Lo menos frecuente en este mundo es vivir.
La mayoría de la gente existe, eso es todo.
Oscar Wilde
En estos días,
donde el cielo
cubre con un manto negro
de fétido olor y sensación
a pandemia mortal.
En estos días -digo-,
la muerte es quizá
algo más frecuente,
o al menos, más evidente.
En estos días,
la muerte,
pasa a ser para algunos,
una estadística
unos números,
que se dicen con pena,
o quizá, con algo de asombro.
En un hospital,
se encuentran ahora
familiares, amigos,
gente querida,
gente desconocida,
que lucha por su vida,
algunos con esperanza,
otros con resignación.
Entonces me siento,
un momento,
en esta vereda del tiempo,
y me pregunto
si esto de vivir
tiene algo más que el existir.
Las respuestas
pueden ser variadas,
como en el efecto lo son.
Todos miramos el mundo,
desde nuestra propia realidad,
desde nuestra propia verdad.
No se si todos,
podamos encontrar,
la diferencia y la clave
para existir,
y también vivir.
Que todos tengamos
algo que nos inspire,
algo que nos motive,
algo que nos invite
a vivir intensamente,
y a sentir esa intensidad
en las cosas más sencillas
pero profundas de nuestra vida.
Que no nos pase la vida,
siendo un número más,
en esta sociedad.
Que no existamos,
-solamente-
Y que en esa existencia
dejemos que otros
decidan por nosotros,
que otros nos digan
qué pensar, qué decir
y cómo vivir.
Que cuando estemos,
al final del camino,
podamos sentir
que hemos vivido.
Esta vida actual,
nos ofrece muchas formas de existencia,
y pocas formas de vida.
Volver a lo más sencillo,
y a la vez a los más complejo:
un viaje a nuestro propio interior,
a nuestro propio corazón,
donde luego de enfrentar
nuestros propios demonios,
podamos vivir,
junto a nuestros mayores anhelos,
amores, corazones,
pasiones, deseos y vida.
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