jueves, 21 de noviembre de 2019

Desengaños


“Un caos confuso de inteligencia y de pasión, de seducción y de desengaño; creado en parte para levantarse y en parte para caer; gran señor de todas las cosas, y de ellas esclavo; juez único de la verdad y víctima de infinitos errores; gloria, en fin, chacota y acertijo de este mundo.”
Alexander Pope

Golpeas la puerta de un hospital,
y no hay medicinas,
o no hay espacios
en la agenda del médico general
o del especialista,
para que puedas saber
cuál es tu mal,
cómo te puedes curar,
o cómo proteger tu salud…
luego de varios intentos,
luego de varios años,
te das cuenta de que poco importas
al sistema y al gobierno de turno
que se encuentra distraído,
comprando medicinas sin sentido,
o discutiendo en qué momento,
quien robó más dinero que otros
a pretexto de la salud.

El mismo desengaño
lo sientes al momento
de acudir a la educación.
Donde se reproduce el caos,
que genera la sobreabundancia
de la planificación,
de los cambios que casi a diario,
se producen en la vida
de las instituciones educativas
y en el ejercicio del magisterio.
Las escuelas, colegios y universidades,
reciben a sus estudiantes,
sin saber – en su gran mayoría-
¿quiénes son ellos,
qué los motiva,
con qué sueñan?,
y cómo ayudarles
a soñar, a amar y a trabajar por sus ideales,
que deberán construirse,
sobre la base de los derechos humanos.
La educación llega como imposición,
y poco o casi poco, toma en cuenta
la diversidad de sus profesores,
estudiantes y los entornos familiares
a los que se pertenecen.

Eliges a un mandatario,
y este busca quedarse en el poder
el mayor tiempo que la vida le permita,
todo a cargo de una supuesta democracia.
Eliges al mandatario,
y él elige con quien gobierna,
lo que gobierna,
lo que es bueno, lo que es malo,
y de qué forma habrá que robarse
el dinero del Estado.
Alrededor del ejercicio de la política
deformada en populismo fundamentalista,
se construyen discursos de odio,
de división y de miedo.
Se transforman a simples mortales,
en dioses, en reyes, en emperadores,
que odian ser juzgados,
que aborrecen ser analizados
y que temen al sentido común
y a un electorado educado.
Observas esa podredumbre
y sufres otro desengaño…
que algunos alivian
dejándose llevar
por los cantos de sirena
o por pedir una parte mínima,
de lo que otros llevan
a manos llenas.

Intentas emprender,
hacer realidad una idea,
intentas salir adelante,
incluso generar
nuevas fuentes de empleo
y te encuentras con tantas trabas,
con tantas amenazas,
en el sentido de que si no cumples
con todas las leyes y reglamentos,
no solamente podrías perder tu dinero,
tu patrimonio sino tu libertad.
Mientras lo intentas,
mientras te esfuerzas,
te enteras de que los que roban,
que los que han robado,
que los que han hecho caso omiso
de la ley y sus reglamentos,
en su gran mayoría,
caminan impunes por la vida,
son seres humanos respetados
por la inconciencia de la venta
de esas conciencias que ahora los protegen,
los aplauden y los defienden.
¿No se suponía
que todos somos iguales ante las leyes?

Pides ayuda a tus legisladores,
para que trabajen
con sentido común,
con amor por tierra,
con respeto y transparencia.
Y descubres que una gran mayoría,
no sabe lo que dice,
no sabe lo que hace,
le “importa un comino”,
el ejercicio de su magistratura,
porque responde al mandato
y al dominio de fuerzas
a las que interesa que haya caos
para seguir gobernando.
Desengaño, tras desengaño.

Y nos preguntamos
¿qué pasa?, ¿por qué hay tanta violencia?
Cuando el propio día a día,
nos muestra los diversos rostros
de la violencia y sus tentáculos.

El desengaño es generalizado,
la desconfianza crece por todos lados,
a pesar de que los buenos y los honestos,
sean una gran mayoría,
siguen o seguimos creyendo
que nuestra voz no se escucha,
que nuestra acción no tendrá efecto
y que no hay nada que hacer,
porque el futuro es incierto.

Mucho peso tienen los desengaños,
mientras sigamos alimentándolos
con inacción, silencio y ausencia
de amor propio de los ciudadanos.

No hay comentarios: