jueves, 20 de junio de 2019

Mi alforja y mi camino


Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino.
Gabriela Mistral

Llevo mi alforja al hombro,
mientras recorro el camino.
 A veces la siento llena,
otras, parece vacía.

En ella guardo cosas
-conscientemente-:
un gracias, un “buenos días”,
un hasta luego, un abrazo,
y también algunos besos.

En ella se acumulan cosas
de forma inconsciente:
la ilusión, por ejemplo,
y también la esperanza,
el sabor de tus besos
y el olor de tu cama.

Sin imaginarlo,
encontré hace algunos días,
un montón de penas acumuladas,
dos o tres resentimientos,
y lágrimas enconfitadas.
En cuanto la libero de algo,
se carga sola,
sin mi consentimiento.
Es que esta alforja,
es parte de mi alma,
llegó para quedarse,
y no sé si al final…
ella nació conmigo,
o yo con ella.

Recuerdo también,
que en ella llevo,
los momentos más hermosos
que viví con mi madre
y los diálogos profundos
que tuve con mi padre.
En ella llevo sus voces,
sus instantes,
sus risas y sus momentos,
ellos están allí…
interminables.

Son cosas o sentimientos,
que pesan,
pero agradablemente,
y para nada se comparan,
con el sabor de la hipocresía,
que a veces llega
por la alforja mía,
como llega también
la incomprensión
y la envidia,
el rumor y el dolor,
de la mordida,
de la boca que se abrió
para que le brindes comida
y que, al acercarle el trozo de pan,
aprovecho de tu confianza
para robarte, no solo la comida,
sino también
para hacerte daño…
es incomprensible,
pero eso también,
me suelo encontrar
en mi alforja y en mi camino.

Y nuevamente el ejercicio,
de limpiarla,
no de lavarla,
porque me gusta que luzca,
no sucia, pero si usada,
con ello recuerdo el camino,
y con el camino,
las piedras grandes y chicas,
las noches y los días,
las penas y las alegrías.
Mi alforja,
está tejida
con los hilos de los hijos.
Es imposible separarlos,
hacen un todo profundo,
intenso, doloroso y a la vez:
salvaje y hermoso.

Intento poner en ella,
perfumes de ilusión,
de utopía y esperanza.
La limpio con un paño
impregnado con perfumes
de sentido común,
compromiso y tolerancia.
No siempre logro quitar,
algún mal olor,
alguna mancha rara,
pero intento siempre limpiarla,
porque cuando no lo hago,
es una alforja pesada,
molesta y no deseada,
llegando a pensar,
que es mejor dejarla,
botarla por allí,
en algún barranco,
en algún precipicio,
y no saber de ella,
incluso: pensar en olvidarla.

Mi alforja y mi camino,
están allí,
a donde me lleve el destino,
y mientras me lleva,
hago el ejercicio,
de mirar y buscar,
qué cargo en ella,
qué puse sin saber,
qué puse a conciencia.
No siempre logro entender,
qué llevar y qué dejar,
lo que creo es…
que siempre lo debo intentar.

2 comentarios:

Anonymous dijo...

Another beautiful reflections. How differt Loja would be with more of this.

Roberto dijo...

Hay que trabajar en ello, siempre, sin descanso