jueves, 13 de junio de 2019

Carta de un padre


Creo que en lo que nos convertimos depende de lo que nuestros padres nos enseñan en momentos extraños, cuando no están tratando de enseñarnos. Estamos formados por pequeños pedazos de sabiduría.
Umberto Eco

Me siento un momento,
hago un alto en el camino
y te miro a lo lejos.
Lo que hemos vivido juntos,
en estos años de vida,
en los pocos y en los muchos.

Como si fuera
un tablero de ajedrez,
la vida nos ha regalado
momentos de contrastes,
algunos más alegres,
otros no tanto…
pero siempre juntos,
como aquel piso de mosaico,
sobre el cual caminamos.

Mientras te miro,
pienso tantas cosas,
algunas lógicas, creo,
otras, un tanto descabelladas.
Es que tengo que luchar,
contra las ganas
de intentar trazar tus pisadas,
de intentar creer
que mi idea de felicidad es la tuya,
que mi concepto de realización,
es también el tuyo.

Aprendo con los días,
y me cuesta mucho -lo acepto-,
a entender y respetar,
que tienes tu propio criterio,
tus propias creencias,
tus propios sentimientos,
tus propias aspiraciones.

Tengo que aprender y aceptar,
que un día te irás
a construir y vivir,
tu propio proyecto de vida,
me guste o no,
estaré siempre allí,
y espero que entiendas
que será un proceso
de aprendizaje conjunto.

Ha sido duro aprender,
que ya no soy un súper héroe para ti.
Que lloro y me canso,
que tengo tantos defectos,
que a veces llegarás a pensar,
“cómo puede ser que este señor…
sea mi papá”.
Quiero que sepas
que esos errores,
o esos defectos,
cuando se trata de nuestra relación
de nuestras discusiones
de nuestras diferencias,
y de nuestros momentos alegres
siempre estarán acompañados
del mayor amor,
y de pensar también,
que yo siempre tengo la razón.

No dejes nunca de abrazarme,
de besarme,
de decirme que me amas,
como yo lo hago y lo haré,
hasta el último de mis días.

Júzgame y hazme entender
en lo que fallo,
pero trata de ponerte en mis zapatos,
para que nuestros diálogos
siempre sean gratos,
y aprendamos de ellos,
y vivamos los años,
construyendo siempre,
siempre juntos.

Sabes…
no tengo miedo en decirte
que tienes mi apoyo
en todo lo que hagas,
en tu proyecto de vida,
en lo que te haga feliz,
con sabernos juntos, me basta.
Probablemente
no coincidamos en muchas cosas,
si nos amamos y respetamos,
podremos sobrellevar la vida
y sus situaciones y momentos.

Con el pasar de los años,
los roles que jugamos
irán cambiando…
si antes te cuidaba yo,
con el tiempo te tocará a ti,
no por obligación
sino, como lo hice yo, por amor.

Me olvidaré las cosas,
me volveré más lento,
te pido lo entiendas
y me ayudes con ello.
Y si llego a tener nietos
seguro me comprometo
a amarlos y a consentirlos con locura.

En fin…
no es una carta
para sentir tristeza,
es una declaración del alma,
que busca quizá,
pedirte disculpas por mis errores,
y decirte a la vez,
que estoy y estaré aquí siempre,
con el mismo amor,
con la misma ilusión que produjo tu llegada
y de verte caminar por la vida,
al principio de la mano,
y ahora… caminando de tu amo.

Te amo: papá

1 comentario:

Anónimo dijo...

Beautiful poem.