jueves, 10 de mayo de 2018

La espera (Inspirado en el mensaje de Esther Olivares Aguirre)


(Inspirado en el mensaje de Esther Olivares Aguirre)

Mi madre fue muy imaginativa y con una cierta visión del mundo. No era una gente culta pero era incurablemente romántica y me inició en las novelas de viajes. (...) Mi madre leía mala literatura, no era culta pero su imaginación me abría otras puertas. Teníamos un juego: "Mirar el cielo y buscar la forma de las nubes e inventar grandes historias. " Esto ocurría en Banfield. Mis amigos no tenían esa suerte. No tenían madres que mirasen las nubes.
Julio Cortázar

Una señal de la naturaleza,
le dice, le habla y le comenta,
que algo nace dentro de su ser,
que está por convertirse en madre,
y aunque de felicidad no cabe,
a la vez no sabe qué hacer.

En su interior,
surgen miles de preguntas,
¿cómo será?, ¿podré ser para ese ser,
la madre que espera que sea?,
¿estaremos juntos toda la vida?,
¿me dirá mamá, ma, o madre querida?,
o ¿me llamará por mi nombre?,
¿se dará cuenta cuando esté triste?,
¿llegará a saber que no soy tan fuerte,
cómo ese ser espera que sea?,
en fin…
infinitas preguntas,
inquietudes y temores,
naturales cuando se alberga en el vientre,
el milagro de la naturaleza y la vida.
Empieza la espera,
por la llegada, por el nacimiento,
y cuando llega,
todas las direcciones apuntan
a la vida del recién nacido,
a pesar del cansancio,
de la molestia y de las incomodidades,
todo cambia con un gesto,
con una sonrisa,
con una mirada,
con ver crecer,
poco a poco,
y a la vez rápidamente,
a ese hijo o hija,
que espera que sea,
lo mejor del mundo.

La espera lleva a pensar,
que sea feliz siempre,
que sea una persona exitosa,
a quien siempre se quiera,
a quien siempre se respete,
a quien siempre se ayude.

La espera la lleva a pensar,
que ese ser sea feliz,
con las cosas sencillas de la vida,
que quizá y ojalá,
no llegue a sentir dolor,
ni físico ni espiritual,
que nadie le rompa el corazón,
que nadie lo traicione,
que nadie le haga daño,
que nadie lo distraiga del camino.

La espera continúa,
cuando da sus primeros pasos,
cuando dice sus primeras palabras,
cuando  asiste a sus primeros días de clase,
cuando tiene sus primeros problemas
al enfrentar el mundo de otros niños,
el mundo de otras personas,
cuando ríe, cuando llora,
cuando enferma,
cuando come o cuando deja de comer.

Espera que crezca,
espera que sea sano,
espera que lea,
espera que aprenda,
espera que vaya al colegio,
y por qué no a la Universidad.

Y cuando crece,
sigue esperando que sea feliz,
al lado de la persona que ha escogido,
como su pareja para vivir.
Espera que encuentre trabajo,
espera que pueda hacer frente
a sus días y a sus problemas,
espera que el éxito se traduzca,
en horas de trabajo, en horas de descanso,
en horas de familia,
en horas de vivir.

Finalmente espera,
que cuando ella se vaya,
sus hijos sigan felices,
sigan soñando,
sigan construyendo y no se detengan,
que asuman y vivan,
sus propias esperas.

Espera que sean compañía,
de sus últimas horas,
de sus últimos movimientos,
que sean esa sobra del árbol,
esa agua que calma la sed,
esa palabra de aliento,
esa mano y hombro que soportan,
el peso de los años y de la vida.

Espera que sepan y comprendan,
que a pesar de lo que fue,
con aciertos y errores,
los amó con infinito amor,
los amó con locura,
y que quizá sufrió por ellos,
maltratos y vejaciones,
pero mantuvo presente siempre
la sonrisa y la imagen,
de un ser valiente y fuerte,
que jamás sufría por nada…
una especie de súper héroe,
en este caso: heroína.

Esa es la espera,
la que nunca acaba,
la que hace de una madre,
el puerto al que quieres regresar siempre,
y de ella un puerto seguro,
a pesar del mal tiempo y las tempestades.

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