jueves, 8 de junio de 2017

Podredumbre y corrupción

El primer signo de la corrupción en una sociedad que todavía está viva,
es que el fin justifica los medios
Georges Bernanos

Como si fuéramos ciegos,
o quizá si lo somos,
algunos políticos de turno,
algunos políticos en el poder,
se declaran defensores de la honestidad,
y luego de años de no hacer nada,
de dejar hacer,
de dejar pasar,
se declaran hoy
enemigos de la corrupción,
y forman comisiones,
y organizan comités,
viajes, interrogatorios,
informes y averiguaciones,
para “atrapar a los ladrones”.

Parecería que recién despiertan,
de un sueño profundo,
donde las ratas hacían
todo lo que querían,
mientras el gato dormía,
el sueño de los supuestos justos.

“Enemigos del sueño de la patria,
traidores del mensaje del poder”,
de todo les dicen ahora,
a las supuestas cabezas
de actos y actos de corrupción.

Nada se dijo en su momento,
sobre contratos y negociados,
sobre incrementos injustificados
de patrimonios y estatus
de políticos baratos
que llegaron al poder con lo puesto
y hoy llevan el poder en su cuerpo,
en su corazón, en sus cuentas,
en escondites de dinero,
en lavado, en cuentas en el extranjero.

Nada se dijo,
sobre la toma por asalto,
de los juzgadores,
de los auditores y controladores
del gasto público y sus cuentas.
Se gastaba a manos llenas,
y al que preguntaba
enseguida se lo tachaba
de enemigo, de terrorista,
de desgraciado, de pelagato.
Había que quedarse callado,
y al que protestaba,
se le iniciaba un proceso,
un juicio y una investigación,
que terminaban en la prisión,
o la interminable persecución,
de la voz que denunciaba la corrupción.

Tan podrido estaba todo,
tanto miedo a perder
el dulce sabor del dinero fresco,
del dinero mal habido,
del dinero robado,
que se organizó un entramado,
que dejó sin voz
a las voces de protesta,
que se judicializó la preocupación
por los altos índices de corrupción.

Hoy que se pretende investigar,
que se pretende endurar las penas,
promulgar más leyes y reglas,
que castiguen la corrupción,
olvidamos que ella se encuentra
no solamente en los grandes
y públicos actos del poder y sus esferas,
sino en el día a día
de personas que sin saberlo,
que sin quererlo, quizá,
contribuyen a que la corrupción florezca
y se fortalezca,
hasta llegar a justificar,
que el fin merece esos medios.

Cuando todos los ciudadanos
paguemos nuestros impuestos,
y no busquemos maneras
de burlar las obligaciones.
Cuando respetemos las normas de tránsito,
las normas de urbanidad,
y de las buenas costumbres.
Cuando el fraude académico
deje de ser una realidad en las aulas,
cuando tenga que trabajar,
no porque me evalúan o auditan,
sino porque tengo la responsabilidad
y más aún, el compromiso,
de trabajar para ganar sin trampa,
mi sueldo y mi remuneración,
cuando en fin,
la honestidad sea la constante,
y no la excepción,
podremos hablar
de que hay esperanzas de vencer la corrupción,
si eso antes no pasa,
ni millones de leyes, comisiones o investigaciones,
terminarán con la corrupción,
porque antes,

ella habrá terminado con nuestra nación.

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