jueves, 18 de mayo de 2017

Perdón y arrepentimiento

Para qué sirve el arrepentimiento, si eso no borra nada de lo que ha pasado.
El arrepentimiento mejor es, sencillamente, cambiar
José Saramago


Se dice que perdonar,
es un acto profundo,
una demostración de humanidad,
una forma de decirnos
a nosotros mismos,
que somos capaces
de dar vuelta a la página de la vida,
de olvidar el daño que nos han hecho,
de saber que podemos
amar al prójimo
más que a nosotros mismos.

Se dice también,
-y concuerdo con ello-
que el perdonar conlleva
un real acto de desapego.
Es decir,
no perdonamos por interés,
no perdonamos por figurar,
no perdonamos
porque nos da la gana,
no perdonamos,
para que nos deban el favor,
quienes se benefician de nuestro perdón.

Se perdona incluso,
sin esperar siquiera,
una frase de arrepentimiento,
o un acto de arrepentimiento,
porque el perdón es beneficio,
para uno mismo.

Todo esto,
en el ámbito personal,
cuando se trata de personas…
de seres humanos.

Pero cuando se trata de delitos,
sobre todo que afectan al Estado,
el perdón, léase indulto,
debe contar con elementos
que motiven tal decisión.

Personalmente,
no me basta,
que se manifieste
que alguien se arrepiente,
incluso profundamente,
porque aunque el delito persiste,
la sentencia del juez
deja de ser tal,
y se transforma en libertad.

Quizá se debería indultar,
y por qué no perdonar,
a aquella persona,
que a pesar de cumplir una pena,
por haberse comprobado su delito,
sufra enfermedad extrema,
o su salud peligre
mientras cumple su condena.
Sería entonces un acto de humanidad,
porque quien perdona,
este tipo de hechos,
lo hace en representación de todos,
de todos quienes conforman
el país y el Estado,
afines o no afines,
a su gobierno y a su manera de pensar.

Cuando un mandatario perdona,
porque un sentenciado manifiesta
un arrepentimiento profundo,
-solamente por ese hecho-
deja abierta la puerta
para que todos los demás sentenciados
hagan uso de ese derecho,
y sean escuchados.

Cuando se perdona y se indulta,
el cumplimiento de una sentencia,
por un delito que afecta al Estado,
y por supuesto a sus ciudadanos,
debemos tener en cuenta,
a todos los afectados,
al daño causado
y al ejemplo que dejan
aquellos funcionarios sentenciados.

Que el perdón exista siempre,
como un bálsamo para el alma,
como una oportunidad social,
para avanzar como humanidad.

Pero asimismo,
que aquel perdón,
que aquel acto de humanidad,
proveniente de una autoridad,
sea para todos,
para las víctimas y para los sentenciados.

Una autoridad que sabe perdonar,
es una autoridad madura,
que entiende que su magistratura,
está expuesta a críticas y complejidades.
Y si esa capacidad la extiende a todos,
si es capaz de hacer el bien, sin mirar a quien,
si es capaz de aceptar que se puede equivocar,
si es capaz de ser ejemplo de tolerancia y paz,
si es capaz de perdonar de verdad,
nos dará ejemplo de que el poder en el poder,
puede actuar con objetividad,
sin intentar favorecer,

a nadie por interés.

1 comentario:

Unknown dijo...

Como bien dices Roberto, tanto el arrepentimiento, como el perdón funcionan en uno mismo. El arrepentimiento en el infractor, el perdon en el vulnerado. Asi la madurez del magistrado es respecto de su función, a su conciencia y criterio, no sujeta al acusado; esa es la ley ejercida con libertad y democracia.