jueves, 27 de abril de 2017

Contra el fascismo: ciudadanía responsable y educación

En una democracia, no se sabe cómo será el próximo gobierno.
Bajo el fascismo no existe ningún próximo gobierno.
Michal Kalecki

Llegaron al poder
con la promesa de hacer el bien,
de corregir aquel oscuro pasado,
de corruptelas y mafias,
de robos descarados,
de negociados inhumanos,
de una política deshumanizada,
de una educación despersonalizada,
de una justicia dependiente,
de una salud limitada en insana.

Llegaron al poder,
preparados para cambiar,
la estructura del Estado,
la lógica del gobierno,
la forma de hacer política,
la forma de gobernar al pueblo.

Llegaron al poder,
y empezaron a cambiarlo todo,
sin que nadie se de cuenta.
Cambiaron la ley,
cambiaron el sentido de la ley,
lograron asegurar su impunidad,
luego se tomaron los poderes del Estado,
aquellos que se suponía,
que eran independientes y soberanos.

¿A quién puedes reclamar,
si los jueces son del poder?.
¿Quién puede fiscalizar,
si los que fiscalizan,
pertenecen al poder?.
¿A quién pedir cuentas del gasto,
si el que las debe pedir,
es dependiente del poder?.
¿Quién te puede informar
de las leyes que se acaban de aprobar,
y de sus repercusiones y efectos,
si los que deben hacerlo,
están callados,
por disposición
de ese poder desgraciado?.

Hay una violencia invisible,
cultural y estructural,
que convierte al pueblo en ignorante,
en fanático, en sumiso,
en callado, en desesperado,
en sometido.

Una violencia,
que es a su vez estrategia
de un poder fascista
que protegido por sus iguales,
se escuda en sus leyes,
en las armas que entrega
a civiles y a militares.

Fascismos contemporáneos,
que se autodenominan democráticos,
porque alguna vez fueron elegidos
por el voto popular,
en campañas supuestamente limpias,
en procesos supuestamente transparentes,
con la complicidad de autoridades
que se debían al poder y no a los electores.

Fascismos contemporáneos,
que se declaran víctimas,
que se declaran perseguidos
por fuerzas ocultas,
por fuerzas extrañas,
que no aceptan su legitimidad,
y que por lo mismo
en el poder se deben quedar,
así haya hambre,
así haya violencia,
así haya escases,
así haya corrupción,
así haya infelicidad.
Ese poder,
esa ambición,
ese fascismo en si,
no cambiará jamás,
el cambio es y será
desde abajo hacia arriba,
desde la persona misma,
desde una ciudadanía responsable,
que asume el reto
de que para progresar
se debe trabajar,
se debe ser honesto,
se debe ser íntegro,
y que esos mismo valores
se debe exigir al político de turno,
al fascista desgraciado
que se instala en el poder
y que no quiere soltarlo.

Una ciudadanía responsable,
una ciudadanía educada,
una ciudadanía noviolenta,
una ciudadanía crítica,
no se puede permitir,
ser gobernada por fascistas,
esa sociedad se debe obligar
a ser gobernada por estadistas,
por demócratas,
por promotores y defensores
de los derechos humanos.

Me duelen esas sociedades divididas,
esas sociedades del odio,
esas sociedades armadas
por gobernantes irresponsables,
que ante el dolor popular,
llenan sus bolsillos de dinero
que las mafias les pagan
para mantener en silencio

aquello que ellos llaman… pueblo.

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