jueves, 7 de julio de 2016

Política, democracia, poder y oposición

El avance de la maldad es el síntoma de vacío. Siempre que la maldad gana, es sólo por ausencia de oposición: Por el fracaso moral de aquellos que evaden el hecho de que no puede haber compromiso en principios básicos
Ayn Rand
Aunque son palabras
y conceptos
que escuchamos todos los días,
siento que hemos perdido
la capacidad de definirlas
con una cierta precisión,
es por ello la confusión
cuando se usan por ahí
y no con el fin
que ellas expresan como tal.
Como si hubiese una especie
de estrategia macabra
que buscara confundirnos
a todos juntos
en el momento de entender
o tratar de entender lo que quieren decir,
y sobre todo: en el cómo hacerlas realidad.

Cuando definimos a la política
como el arte del servicio al prójimo
y no como el artilugio de servirse del prójimo,
cambia el paradigma
y la forma de mirar y evaluar al político,
más aún si este es gobernante,
o es parte de un gobierno.
Un arte de gobernar,
con una carga ideológica,
que intenta o debe intentar
servir e incluir a todos los ciudadanos.
No es por tanto,
un medio para enriquecerse
de manera ilegal y con fondos públicos;
no es la autorización
para disponer, sin control,
de fondos públicos e instituciones del Estado.
Tampoco es un fin…
que justifica los medios.

La democracia,
como forma de gobierno,
y como concepto político,
es la entrega temporal del poder
a una propuesta política,
y a unos políticos.
Democracia,
Debe ser un sistema
que permita organizar
un conjunto de individuos,
en el cual el poder
no radica en una sola persona
sino que se distribuye
entre todos los ciudadanos.
Por lo tanto,
las decisiones se toman
según la opinión de la mayoría,
tomando en cuenta
la condición de las minorías
y los interés del Estado
más allá de tiempos,
o de períodos de ejercicio del poder.

En cuanto al poder político,
o el poder público,
habrá que aclarar
que no es sinónimo de autoritarismo.
Es, para mí,
la entrega temporal
de la facultad de gobernar,
la autorización,
el mandato.
Lo que convierte al gobernante
en un mandatario,
alguien que recibe un encargo,
alguien que actúa
no porque le da la gana,
o como le da la gana,
sino que responde a una delegación,
que es temporal, que es limitada,
que es la suma
de una serie de intereses y visiones,
que deben tejerse, sumarse y ampliarse,
y, con la capacidad que el poder le da,
ese político en el poder,
usa ese mandato para hacer el bien a todos,
no para hacerse el bien,
sólo a el, sólo a su familia,
sólo a sus amigos,
o sólo a su grupo político.

Finalmente,
y no menos importante,
es aclararnos sobre el término oposición,
que nada tiene que ver con gritar y patalear
contra el poder y el gobierno en funciones,
sin tener la capacidad de analizar,
de argumentar y profundizar
criterios, ideas y propuestas
que orienten, que eduquen,
que ayuden a construir
una verdadera opinión pública,
una sustentada denuncia al abuso del poder,
una fundamentaba contrapropuesta de gobierno,
un renunciamiento al interés personal
y una apuesta por el bienestar popular.

No es opositor el que grita,
el que insulta y el que amenaza al gobierno,
sin más argumentos que la violencia.
Opositor es,
quien logra transparentar
el ejercicio del poder actual,
y decir lo que está bien y está mal,
y cómo poder hacerlo bien,

o quizá… mejor.

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