jueves, 3 de septiembre de 2015

Buscando la libertad... encontrando la muerte

La libertad no conoce fronteras. . .
Una voz ardiente de libertad en un país
 puede levantar los espíritus de otra en un lugar lejano.
Kofi Anan
Medios digitales e impresos,
redes sociales y otras espacios de interacción,
se muestran conmovidos e indignados,
¿la razón?:
la foto de un niño muerto a la orilla del mar,
otra victima más de los fracasados intentos,
por escapar de la guerra, la inequidad,
el maltrato, el desempleo, el hambre y el dolor.

Cientos de miles de seres humanos,
escapan, o al menos lo intentan,
alentados por las mafias del tráfico de personas,
que les ofrecen un paraíso llamado Europa,
como remedio a sus males locales.

La guerra, la sequía,
el irrespeto a los derechos humanos,
la usencia de libertad,
obligan a niños, mujeres y hombres,
a pensar en dejar su casa,
su lugar, su espacio,
para buscar otro mejor,
un mundo mejor.

Pero se encuentran,
no solo con el traficante,
que les roba todo su dinero
para llevarlos, supuestamente,
a la libertad y al progreso,
sino que se encuentran
con sociedades indolentes,
con gobiernos ineficientes,
con políticas y limitantes,
que les impiden la marcha,
que les niegan la oportunidad,
que los tratan como delincuentes,
que los regresan a su infierno,
que les dan la espalda sin ayuda ni remedio.

Así, todos los días,
así, cientos de miles,
viven en un limbo
sin saber su destino,
no solo han perdido sus bienes materiales,
van perdiendo de a poco la esperanza,
la dignidad y el respeto.

El primer mundo ha crecido y se ha enriquecido,
a costa del tercer mundo,
sin importarle de veras
cómo vive esa gente,
qué oportunidades tiene de crecer,
qué opciones tiene para emprender,
o qué horizonte tiene de vida.

El primer mundo se enriquece,
con la industria de la guerra,
el tráfico de personas,
el tráfico de drogas,
el control de las semillas,
y el control de las libertades.

Hoy en esta crisis humanitaria,
donde tanta gente muere,
la reacción es mínima,
los esfuerzos esporádicos,
la colaboración casi nula,
y la crisis sin límites.

¿Cuántos niños debemos encontrar muertos
para que reaccionen los gobiernos y los pueblos?.
¿Cuánta gente debe morir,
o debe dejar su hogar, su pueblo,
su país y su historia
para recién entender
que las inequidades sociales
lo único que provocan
es más pobreza en los pobres
y más riqueza para los ricos?.

Buscando la libertad,
encontramos la muerte.
Buscando la paz,
encontramos el infierno.
Buscando mejores días,
encontramos un camino sin salida.
No somos los culpables,
somos las víctimas,
pero nos etiquetan como delincuentes.
Parecería ser,
la estrofa de una canción,
que se canta al caminar,
con el dolor de no saber

a dónde llegar.

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