martes, 8 de septiembre de 2015

Dolor en la cantera… un hijo ha muerto. A Jorge Aguirre Azanza

El hombre honesto no teme la luz ni la oscuridad.
Thomas Fuller

Hoy en la cantera hay dolor,
unos de sus nobles maestros,
cerró sus ojos para abrirlos ante el creador.

Hoy en la cantera hay dolor y llanto,
porque quien nos enseñó a tallar la piedra,
dejó las herramientas,
para cumplir otra tarea, lejos de esta tierra.

Hoy la cantera detiene su trabajo,
porque su maestro constructor,
nos ha dicho adiós,
aquel que enseñó a generaciones,
no solamente a ser,
sino, y sobre todo: ser.

Hoy el dolor es tan grande,
que apenas puedo abrir los ojos,
para mirar el horizonte,
y ver la obra de este gran ser humano,
de este hijo amantísimo,
padre, esposo, abuelito… hermano.

Jorge Aguirre Azanza,
entregado en alma y vida,
al servicio de su familia,
de su sociedad y de su patria,
a través de la más difícil de las prácticas:
el ejemplo de decir lo que se debe ser
y hacerlo sin dilaciones.

Fue un constructor a carta cabal:
construyó una familia querida,
con el fundamental apoyo
de su Yolita amada.
Una familia que es la nuestra,
y a la que queremos inmensamente.

Construyó un ejercicio profesional,
que jamás claudicó,
ante el azote de la corrupción,
denunció y despreció a los corruptos,
y nos enseñó con su ejemplo,
que ser honestos no es cosa de tontos,
sino de seres humanos correctos.

Construyó una carrera política
que se tradujo en servicio a su sociedad,
a sus votantes, a sus conciudadanos,
a las manos que acudían en su ayuda.

Construyó espacios para la docencia,
para la enseñanza,
para poder compartir lo que la vida le enseñaba.
Siempre hubo tiempo para escribir,
analizar y proponer
nuevos espacios para aprender.

Fue un ciudadano,
en el sentido amplio de la palabra,
que se ganó el respeto y cariño,
de todos quienes lo conocieron,
y que supieron en vida,
decirle cuánto lo admiraban y querían,
esa fue quizá una de las buenas cosas:
saberse querido, respetado y considerado,
por propios y extraños.

Por eso es doloroso el recuerdo,
y en medio de todo ello,
siento que su semilla cayó en territorio bueno,
que esa acacia que sembró en vida,
como símbolo de la inmortalidad del espíritu,
de la inocencia, de la incorruptibilidad y la fortaleza,
florece hoy como símbolo de su eternidad,
porque hacemos nuestro su ejemplo,
y lo transmitimos a otros.
Porque su recuerdo es nuestro
y lo mantenemos vivo ante nosotros.

Dolor en la cantera si,
imposible que no lo haya,
pero alegría también
al recordarlo siempre
como ejemplo de vida,
que mantenemos vivo,
intentando ser custodios y practicantes
de la honestidad,

una de las artes perdidas.

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