No habrá paz en la tierra
mientras perduren las opresiones de los pueblos, las injusticias y los
desequilibrios económicos que todavía existen.
Juan Pablo II
Momentos difíciles
vive la humanidad:
los fundamentalismos,
y los fundamentalistas,
forman ejércitos,
gobiernos,
partidos políticos,
y sectas religiosas,
que buscan el control de la sociedad,
usando el miedo,
la intimidación y la guerra,
como herramientas para lograr su
objetivo:
el poder del poder.
A ellos se suman,
los fundamentalistas económicos,
que buscan controlar
el dinero del mundo,
hacerse más ricos a unos pocos,
y más pobres a unos muchos.
Este año,
los más ricos del mundo,
lo será más aún,
y habrá más inequidad,
y más pobreza en los pobres.
Un modelo
que se alimenta de la ignorancia social,
de la desidia ciudadana,
de una ciudadanía adormitada,
cansada de luchar,
sometida y comprada
por medio de un discurso que promete todo
y que a la vez amenaza a quien no se
allana.
Miles de muertos en África,
en manos de asesinos fundamentalistas,
lo mismo sucede en México,
y tantas partes del mundo.
¿De dónde salen las armas
y el dinero para comprarlas?,
¿Quién financia el estado del terror,
a quién interesa que la guerra no acabe
nunca,
y que perdure para siempre?
Y nuestras economías,
que dependen del petróleo,
ahora se debilitan,
porque los precios los manejan unos
pocos,
que son los que deciden al final,
cuánto quieren y van a ganar,
a costa de muchos,
de unos muchos,
que no supieron ahorrar,
en tiempo de “vacas gordas”.
Y es que en la economía mundial,
también hay fundamentalismos,
también hay terroristas,
que buscan desestabilizar,
general caos y miedo,
para poder ganar y gobernar,
sin limitación ni freno.
La paz social está en peligro,
porque la sociedad está en indefensión,
porque la ciudadanía está dividida,
porque el electorado está disgregado.
Y los que están en el poder del poder,
no se quieren ir de él,
cual adictos necesitan seguir,
gobernar, lucrar y gastar,
todos los recursos que están en sus
manos.
La paz social está en peligro,
porque no levantamos la voz,
porque no nos comprometemos
con el bien común,
porque no estudiamos a fondo,
los problemas de la ciudad,
del país y de la humanidad,
porque nos creemos cualquier noticia que
leemos,
porque nos creemos cualquier discurso que
escuchamos,
y no reparamos y no analizamos,
hasta dónde es verdad lo que nos dicen,
lo que nos cuentan,
lo que nos venden como felicidad.
La paz social está en peligro,
porque quienes somos sus beneficiarios,
estamos dormidos,
y no hay forma de hacernos despertar.
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