viernes, 24 de octubre de 2014

Educar para la paz, educar para el conflicto

Dos excesos deben evitarse en la educación de la juventud;
demasiada severidad, y demasiada dulzura
Platón
Movimientos sociales,
anuncian marchas de protesta.
Están en contra
de medidas o acciones del gobierno.
El día  anunciado llega,
y la gente y policía
se encuentran en las calles.
De pronto estalla la violencia,
ciudadanos de un mismo país se enfrentan,
unos a favor del gobierno,
otros en contra.

Se producen desmanes,
daños a la propiedad,
daños a las personas,
atentados a los derechos humanos.
Una parte de esos resultados,
son un grupo de menores de edad
que ha sido detenidos
y también procesados como delincuentes.
El hecho así narrado,
da paso a acusaciones de ambos lados:
¿quién aleccionó a los estudiantes
para actuar violentamente?
¿quién autorizó a la fuerza pública
el uso de la violencia en contra
de ciudadanos de la patria nuestra?
¿quién presiona a la justicia
para castigar a menores de edad?
¿por qué el sistema educacional
trata a los menores infractores
como si se trataran de un criminal?.

Dicen algunos investigadores,
que los sistemas educativos,
generan espacios para promover
el aparecimiento de conflictos.
La escuela, el colegio,
resultar ser,
espacios donde hay poco diálogo,
donde todo viene impuesto,
donde se considera al alumno
un simple receptor,
una mente que hay que llenar de información,
una persona a la que le falta instrucción,
alguien a quien hay que enseñar y castigar.

Si a eso le sumamos,
el grave hecho de que un Estado
legisle sobre la base de principios
de justicia punitiva solamente,
para tratar conductas sociales
de menores de edad,
estamos condenando a nuestros jóvenes
a que ellos mismo se consideren delincuentes.

La educación es,
sobre todo,
un ejercicio de libertad,
un invitar a caminar,
un conducir a un espacio mejor,
un acompañar a ser mejores personas,
un aprender a aprender toda la vida,
para poder servir a los demás,
a todos aquellos que nos necesitan.

Si un niño, o un joven,
es manipulado en su actuar,
como el ejemplo del estudiante
que sale a la calle a protestar
y que por protesta entiende
el daño a la propiedad
y a las personas y su integridad,
mal podemos etiquetarlo de delincuente,
mal podemos encarcelarlo,
alejarlo de un entorno educativo,
sentenciarlo y etiquetarlo de mal ciudadano,
porque eso es sembrar en el
la semilla de la violencia y el resentimiento social.

No será mejor,
que el sistema de justicia,
que el sistema de educación,
acojan a ese niño,
 a ese joven,
y lo eduquen, lo conduzcan,
lo lleven a un espacio de reflexión
y le muestren,
que es posible oponerse
a las ideas y las comportamientos
sin ser violento,
sin dañar a los demás.
Un sistema de justicia,
un sistema de educación,
que sepan educar para la paz,
y también para transformar el conflicto.
Actuando todos,
como padres responsables,
y no como dueños de la verdad
y el pensamiento social.


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