jueves, 9 de diciembre de 2010

Delincuencia, malas leyes y sufrimiento social

La delincuencia, con los agentes ocultos que procura, pero también con el rastrillado generalizado que autoriza, constituye un medio de vigilancia perpetua sobre la población: un aparato que permite controlar, a través de los propios delincuentes, todo el campo social.
Michel Foucault



Se suponía, y eso se nos vendió,
que la nueva Constitución,
todo lo arreglaría,
traería bienestar y fortaleza,
al Estado, al Gobierno y a la ciudadanía.

Se suponía que los que legislaban,
que por supuesto contaban,
-no sé si hoy cuentan-,
con el apoyo popular,
debían preocuparse de legislar,
para promover, proteger, cuidar,
apoyar, y ayudar a sus votantes.

Debían saber, que legislar
no es solamente hacer leyes,
buenas o malas,
sino, además, preocuparse
del Estado y de sus instituciones,
de la forma en la que resolveremos
los problemas de la convivencia,
de los presupuestos para
el servicio público y a la comunidad,
de los valores que deben inspirar
el servicio social y el desarrollo humano.

Hoy,
cuando el país está sumido
en una ola delincuencial
que nadie puede ocultar,
se oye, se escucha, se dice,
que las leyes deben ser mas duras,
que los delincuentes merecen
muchos castigos y años de cárcel,
en aquellas cloacas llamadas
centros de rehabilitación social,
que no son otra cosa que
campos de concentración
de todas las miserias humanas.
Que no son otra cosa que
lugares donde la sociedad
oculta todas sus verguenzas.

Hoy,
cuando el país esta sumido
en un caos de proporciones
inimaginables,
miramos una administración de justicia
absolutamente debilitada,
sin una carrera judicial institucional,
sin un presupuesto para funcionar,
sin una escuela de formación judicial,
sin un espíritu de cuerpo,
sin unas garantías de independencia,
sin unos procedimientos adecuados.

Hoy,
cuando el país esta sumido
en un caos de proporciones
inimaginables,
miramos unos servicios de seguridad,
cuestionados en su credibilidad,
disminuidos en su institucionalidad,
limitados en su capacidad,
y amenazados por el caos social.

Hoy,
la sociedad enfrenta
una crisis de ejercicio de los valores
de proporciones impensadas,
cuando la vida no vale nada,
solo unas cuantas monedas,
que se pagan a un sicario,
que luego de ser apresado,
queda libre para seguir matando.
Cuando la propiedad privada,
mucha o poca,
para el caso da igual,
es asaltada por delincuentes
de todo tipo, de toda calaña,
que se llevan a manos llenas,
el esfuerzo de años y vidas.
Cuando los ladrones de cuello blanco,
siguen robando a manos llenas,
sin que nadie diga nada,
sin que nadie pueda hacer nada.

Cuando descubres que
en la búsqueda de justicia,
te encuentras con mercaderes de ella,
que le han puesto precio a casi todo,
menos a la libertad de conciencia,
de pensamiento… de palabra.

Que gran mentira,
que gran farsa,
es aquella que dice
que arreglará todo
con leyes mas drásticas,
olvidando que la ley
es una parte de la solución,
y que la gran solución,
es la suma de muchas
pequeñas soluciones,
que involucran a todos
en la medida de sus responsabilidades.


Porque mientras hayan delincuentes
y malas leyes que los protegen,
la sociedad seguirá a orden
de quienes a nuestra costa
día a día se enriquecen.

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