viernes, 23 de noviembre de 2007

Ojalá


Caminan por ahí,
se reúnen por acá,
hay opiniones sin fin,
dicen que todo cambiará.

Son los asambleístas,
los nuevos elegidos,
aquellos que en sus manos tienen,
la promesa del cambio,
la fe de un pueblo sano,
la oportunidad en la mano,
y la responsabilidad de hacerlo.
De hacerlo bien,
para bien de todos,
de nadie en especial.

Para ello han construido,
a la memoria de Alfaro,
un templo a la Patria,
desde donde deberán
irradiar con una luz purísima
las páginas de una Constitución nueva.

Ojala que así sea,
que nuestro momento
esté muy cerca,
que nuestra historia negra,
cambie de veras,
que las democracias a medias,
se conviertan pronto,
en viejas memorias.

Ojala aprendamos de la historia,
de nuestra propia historia,
que nos evoca momentos,
que cuando lo pienso,
el alma se entristece,
el corazón se agita
y la decepción aparece.
Pues nuestra historia
trae repetidos momentos
de injusticias sociales,
de caudillismos salvajes,
de saqueos y desproporciones,
de irrespetos y maldiciones,
de “quemeimportismos” baratos,
a cargo de actores políticos
de quinta categoría,
que sin quererlo nosotros
y por nuestra parsimonia
llegaron al escenario nacional
fungiendo de intelectuales,
de padres de la patria,
de expertos sociales,
de prestidigitadores económicos,
de empresarios honestos,
de dirigentes sociales rectos,
de demócratas puros y rectos,
se rifaron para sí
y para quienes los manejan
el futuro común,
la esperanza popular,
los ahorros nacionales,
la producción del campo,
la riqueza del suelo,
la plantas, las semillas,
se lo rifaron todo,
y lo peor no es eso,
lo peor es que nos hicieron creer,
que eso estaba bien,
que debían seguir allí,
que les debíamos todo,
que el país se hundía,
si se llegaban a ir.
Pero la tragedia terminó,
el telón cayó de repente,
las máscaras dejaron sus rostros,
los bolsillos se rompieron
y oímos las monedas correr por los suelos,
la música calló,
y en su lugar escuchamos
el llanto del hambre,
la voz de la mala educación,
la queja del quienes
no fueron curados bien
o ni siquiera han sido atendidos.

Todavía retumban en mis oídos
los sonidos del bacanal,
las risas maléficas
de ellos, de esos,
que jugaron con la Patria,
y con el orgullo nacional.

Ojala que los otros,
aquellos que se autocalifican
de puros,
en la oportunidad que tienen,
demuestren con hechos
lo que han dicho debe ser
un político honesto
un funcionario responsable
una patria incluyente
una sociedad transparente
unos ciudadanos comprometidos
con el bienestar colectivo
con el progreso nacional.

Ojala que los asambleístas
en sus largas sesiones
de debates variados
conviertan las palabras
conviertan las intensiones
en aquella democracia
cuya esencia no está en las urnas
sino en las mentes y corazones
de quienes el pueblo forman,
el campo cultivan,
la empresa proyectan,
la paz practican,
la educación liberadora defienden,
la salud reparten,
la familia protegen,
y la juventud forman.

Ojala.

1 comentario:

Pablo dijo...

"Ojala que así sea,
que nuestro momento
esté muy cerca,
que nuestra historia negra,
cambie de veras,
que las democracias a medias,
se conviertan pronto,
en viejas memorias."

Ojala que si...