El ejemplo acaba lo que el precepto comienza
Anónimo
Observo absorto
una imagen perturbadora:
un niño ingresa a una tienda
de la mano de su madre.
Caminan por el lugar
y de pronto se detienen
ante una figura que les llama la atención:
una pelota, un balón de futbol.
El niño lo toma en sus manos
y se llena de ilusión,
porque sueña, como tantos,
lo que podría hacer con el juguete
cuando lo tenga en sus manos,
cuando sea su propiedad.
Conversa con su madre
y parece que ella no tiene
el dinero para comprarle
aquello que él tanto quiere.
Tras un tiempo de diálogo,
se dan cuenta que nadie los mira
y la madre alienta al niño
para llevarse aquel preciado objeto
sin que nadie lo sepa,
y sin pagar un centavo.
Salen de la tienda
con la pelota en las manos del niño,
sin que en la tienda caigan en cuenta
de aquel robo cometido.
El niño tiene el balón en sus manos,
y en su corazón el ejemplo
de que cuando quieres con pasión algo
lo puedes robar, engañando a quien sea.
Es así la fuerza del ejemplo,
para bien o para mal.
Nos quejamos de los robos,
cuando enseñamos en silencio a robar.
Nos quejamos de una dirigencia
y de una clase política deficiente,
pero permitimos que gobierne
cualquier organización, ciudad
o cualquier país,
personas que no se han preparado para ello,
y defendemos con el ejemplo de la violencia
el derecho que tienen los liderazgos
para hacer lo que les da la gana.
Nos quejamos de las calles sucias,
mientras lanzamos basura
por donde vamos, sin siquiera darnos cuenta.
Nos quejamos de la violencia
y también de la corrupción,
mientras maltratamos en silencio
y con nuestro ejemplo
a nuestro entorno familiar y laboral
y pagamos al tramitador de turno
por cualquier trámite o proceso
que nos permita “cumplir con la ley”,
así ello implique
quebrantarla una y otra vez.
Nos quejamos del irrespeto,
cuando con nuestro ejemplo y acciones
irrespetamos a los demás,
descargamos nuestra intolerancia
y nuestra mala fe,
con el objetivo único
de imponernos una y otra vez.
Pero el ejemplo también puede ser
hacia el lado correcto.
Cuando no sepas que más hacer,
haz lo que corresponda,
así ello se vea raro y pasado de moda.
Haz lo digo, haz lo necesario,
haz lo que cabe, lo adecuado,
dale fuerza al buen ejemplo,
es lo peor que puede pasarles
a los dioses de barro.
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