Temo a un solo enemigo que se llama, yo mismo
Giovanni Papini
Cargo en mi pasado,
la huella de una violencia,
de un maltrato vivido.
Cargo en mi equipaje,
el dolor del trauma,
el daño del violento
que actuó libre,
sin ningún miramiento.
Llevo en mis recuerdos,
los complejos momentos,
que me llevaron a pensar
que la vida no valía la pena,
que esta era una condena,
que se debía cumplir
viviendo la vida sin soñar más.
Me acompañan,
muy en mis adentros,
el haber repetido
o el haber permitido
aquellos comportamientos
que dieron paso a mis miedos.
Y llega un día
en el que me pregunto
¿qué hago con ellos?,
con esos perversos miedos
que han sido mis compañeros
de noches y días,
que no parecían terminar.
Somos lo vivido,
y a la vez somos,
lo que viviremos:
estáticos o en movimiento,
resignados o inconformes,
resilientes o resentidos,
derrotados o esperanzados,
quejosos o propositivos,
dubitativos o dispuestos
a cambiar, a pesar
de que nos podamos equivocar.
Por miedo,
podríamos estacionar
el vagón de nuestra vida,
y esperar que llegue
el vagón de la muerte,
sin esperanza alguna
de que algo pueda mejorar.
O, por miedo,
podríamos hacer frente
a este complejo presente
y darnos cuenta
de que es posible construir
nuevos momentos,
nuevas oportunidades,
nuevos comienzos,
nuevos horizontes,
y darle sentido a lo que queda,
a lo que nos falta por vivir,
como un homenaje personal
a nuestra propia dignidad.
No es justo que ese miedo
nos secuestre un futuro,
que merece la pena,
a pesar de los problemas.
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