jueves, 25 de abril de 2019

La perversidad de la violencia


“Ante las atrocidades tenemos que tomar partido.
El silencio estimula al verdugo”
Alie Wiesel 

A veces suelo tener,
la extraña sensación
de repetir una y otra vez,
el mismo mensaje,
la misma preocupación.
Pero me duele sentir,
me duele observar,
me duele pensar,
me duele saber,
me duele tener algún grado
-creo yo-
de conciencia de la realidad…

De una realidad violenta,
de una realidad perversa,
de una realidad que nos tiene
por decirlo menos: distraídos,
divididos y ocupados de todo,
menos de lo que nos debería importar.

A nuestro alrededor,
pasan muchas cosas,
y las peores,
pasan casi desapercibidas,
porque el poder en el poder,
ha logrado distraer
la verdadera atención
de los problemas que debemos resolver.

Nos dice el poder en el poder,
y aquellos que le sirven por doquier,
que hay una supuesta suerte
de buenos y malos.
Que los malos son de un color
y los buenos de otro.
Que solamente hay un camino,
una sola verdad,
una sola realidad,
un solo salvador,
una única opinión…
en fin,
el discurso vacío
del gobernador de turno,
que nos distrae con tanta facilidad,
que olvidamos esa realidad
en la que vivimos
y a la que nos enfrentamos.

Olvidamos que no hay medicinas,
para todos por igual,
olvidamos que no todos tiene qué comer
o dónde dormir,
o con quien hablar,
o dónde reclamar algún derecho.
Olvidamos que no todos son iguales,
que algunos son menos
mucho menos de lo que pensamos.
Olvidamos que la educación,
la salud, la justicia y la equidad,
son hermanas huérfanas,
en un Estado glotón y corrupto
que disfraza su discurso,
perverso discurso,
con frases y clichés
que evocan románticas luchas
de dioses de barro,
que supuestamente pelearon
por nuestro bien y progreso,
pero que al final,
el triste final, es que no hay eso,
no hay nada,
porque se robaron y se roban la plata,
de todos, sin distinción de clase.

La violencia es perversa,
es una estrategia que se nutre
de las peores prácticas,
de las más sanguinarias,
de las más despiadadas,
eso sí disfrazada,
de lucha popular,
de movimiento ciudadano,
de reivindicación del pueblo,
de lucha por los más desvalidos,
de apoyo a los oprimidos.

La violencia es perversa,
porque nos ata,
porque nos silencia,
porque nos distrae,
porque absortos en las discusiones,
que nos propone el poder en el poder,
olvidamos nuestros derechos,
olvidamos nuestra realidad,
al punto de olvidar nuestra dignidad.

Hay que actuar,
hay que reaccionar,
hay que preguntarnos
para qué estamos,
¿para vegetar?,
¿para servir al verdugo?,
o, quizá para actuar…
que no es fácil,
que es complejo,
que nos implica dejar
una zona de supuesto bienestar,
y levantar la voz de los sin voz,
la fuerza de los desvalidos,
la esperanza de los oprimidos,
la acción de los desamparados.
Ante la perversidad,
es necesaria una acción por la paz
una acción noviolenta,
una acción inteligente,
sostenida y humana,
que no busca poder,
de ninguna manera,
que solamente busca
volver a encontrar el rumbo
de la equidad y la esperanza,
del sentido común
y de la comunidad
en su concepción natural.

Es perversa la violencia,
porque nos hará creer,
que nada podrá cambiar,
que todo está dicho,
que oponerse a la realidad,
solamente es para locos,
inconscientes y desahuciados.

He ahí un primer reto noviolento:
pensar y actuar diferente,
a lo que el poder te invita,
a lo que el poder te obliga…
mientras le obedezcas,
mientras le hagas caso.

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