jueves, 4 de abril de 2019

La culpa...


Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie.
Concepción Arenal
Te sientas un momento,
y miras el caos social,
los niveles de corrupción,
y el audaz comportamiento
de los corruptos en el poder,
y los que están en el gobierno
o fuera de él,
y te preguntas,
¿qué hiciste mal?,
¿dónde te equivocaste?,
¿de quien es la culpa,
de todo esto que te pasa,
de toda esta desgracia?

Entonces respondes,
-casi de inmediato-
que la culpa es del gobierno,
que jamás se organiza,
que jamás llega a tiempo.
Que se gasta la plata en sueldos
y menos en lo que debería.
Que dedica su tiempo a justificar,
por qué todo está mal,
y hace muy poco en arreglarlo.

Luego la culpa le corresponde
al sistema de educación,
a los vagos de los maestros
que no educan bien.
A las instituciones educativas,
que hacen todo,
menos educar.
Ni se diga de la educación privada,
que se llena los bolsillos de plata,
y no hace nada
por corregir y educar,
por arreglar todos los problemas,
los líos y los entuertos.

Y si hablamos de educación,
la más irresponsable
es la universidad,
que forma de todo,
menos lo que debería formar,
que hace todo,
menos solucionar
los problemas de la sociedad
y los problemas en general.

La culpa sigue,
y es el turno
de los políticos,
o de aquellas personas,
que se dicen políticos
y que forman agrupaciones
llamadas partidos,
movimientos y asociaciones.
Esos son,
según todos,
los vagos, abusadores
y además usurpadores
del dinero y la esperanza
de todos los electores.
Ellos son los dueños
de todos nuestros males,
de las malas leyes,
de las malas decisiones,
de las malas administraciones,
de los robos y de los saqueos…
y a pesar de ello,
cuando convocan a elecciones
seguimos votando por ellos.

La culpa sigue,
la culpa se riega
y la culpa llega,
a pesar de muchos
a todos nosotros,
a todos los críticos,
a todos los que decimos
cómo se deben hacer las cosas
si hacer nada
para cambiar nuestro entorno.

Porque la culpa
no está en el sentimiento,
que es sano y adecuado.
El problema de la culpa,
es que está en el consentimiento,
en ese “no hay nada que hacer”,
en ese “así son las cosas,
qué puedo yo hacer”,
en ese “no es conmigo”,
o en ese sentimiento
de saberse beneficiario
del poder en el poder,
de servirse del poder,
para beneficio personal,
y dejar de importar
que la gente como o no coma…
lo importante es robar.

Lejos de ello pienso
que la culpa
o, mejor dicho,
que la responsabilidad
-que no es culpa-,
es compartida:
por el gobierno, la educación,
los políticos y los ciudadanos.

Es un ejercicio de corresponsabilidad,
que a la vez
es un ejercicio de saber entender,
qué hacemos aquí
y cómo hacerlo mejor,
cómo hacerlo bien,
cómo corregir,
lo que no están bien.

El problema es…
me  atrevo nuevamente a opinar,
con temor a equivocarme:
que estamos jugando el juego
(que quiere el poder)
de buscar culpables,
sin buscar soluciones,
de buscar problemas.
sin buscar coincidencias,
de buscar el caos,
sin buscar salidas…

La culpa…
parece que eso importa,
mientras olvidamos vivir,
mientras el mundo gira
en medio de tanto sufrir.

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