jueves, 21 de febrero de 2019

No esperes... cartas a Juan Pablo, mi hijo


Tú eres aquello que haces, no aquello que dices que harás 
C.G. Jung

Hijo mío, 
tenemos por costumbre,
esperar a que las cosas sucedan,
para actuar, casi siempre tarde.
¿A qué me refiero?,
-quizá te preguntes-
y espero contestar tu inquietud.

No esperes a que tu amigo,
o tu amiga, 
tenga algún problema 
o quizá sufrimiento,
para que sepa que cuenta contigo,
para que sepa que puede recurrir a ti,
no en tiempos malos,
sino en cualquier momento,
para un abrazo,
para charlar de la vida,
para compartir las penas,
y también las alegrías.

No esperes hijo mío,
a que tu hermano sufra,
de algún mal o problema,
para extenderle la mano,
para decirle que no está solo,
que cuenta contigo,
en las buenas y en las malas.
No esperes a eso,
haz de los días,
una construcción permanente,
de una relación que no necesite
de problema alguno
para saberse que existe 
y que crecer en amor,
confianza y respeto.

No esperes hijo mío,
a dejar para mañana,
un te quiero,
una disculpa,
un perdón,
una sonrisa,
un beso,
un abrazo,
y la mejor actitud 
hacia las personas que amas
y que te aman.
Para las que no te aman,
y hablan a tus espaldas,
solamente puedes ofrecer
no ser como ellas.

No esperes hijo mío,
a que muera una persona,
para reconocerle
el amor que le tenías,
el respeto que le tenías,
y tantos sentimientos más,
todos ellos hermosos quizá,
pero que si no los dijiste en vida,
y sobre todo,
si no los demostraste en vida,
-en la vida de aquella persona-
podrían quedar solamente,
como eso: como palabras bonitas.

Yo aún recuerdo,
que quise decir y tener,
unas palabras y unos gestos,
con personas que ahora
ya no están,
que se han ido,
y que por más que quiera,
ya no lo puedo hacer,
solamente decirte que no esperes
a que las cosas sucedan
para actuar 
para decir y para hacer,
lo que construye amor
en una relación,
respeto en una relación,
comprensión en una relación,
tolerancia en una relación,
y sobre todo coherencia,
entre las palabras y las acciones.

Y antes de que sea tarde,
decirte una vez más que te amo,
infinitamente,
y que debo demostrártelo
en todo momento de nuestras vidas,
en las circunstancias positivas,
o cuando deba recordarte
los deberes morales que tienes,
ante ti y ante tus iguales,
junto a mis palabras y a mi ejemplo.

Hasta la próxima

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