jueves, 15 de noviembre de 2018

La otra ciudad


Una ciudad no se mide por su longitud y anchura,
sino por la amplitud de su visión y la altura de sus sueños
Herb Caen
Hay una ciudad,
la de la cultura,
y la de las artes,
la ciudad de la historia,
y de los personajes ilustres.

La ciudad soñada,
el rincón perfecto,
la ciudad de los dos ríos,
y de los verdes saucedales.

Hay una ciudad,
que es un enclave,
rodeado de montañas,
de cuentos e historias,
de lejanías y memorias,
que trascendieron fronteras,
y que ocupan hoy,
un lugar especial,
en el corazón de los que se fueron,
en la memoria de los que partieron.

Una ciudad,
que recuerda a sus héroes
y a sus heroínas,
como testigos de un pasado
que aún alimenta,
muchos, muchísimos presentes,
y una buena parte de los futuros.

Esa misma ciudad,
capital internacional de la cultura
y también de la música,
es a la vez otra ciudad…
una especie de manzana de la discordia,
un trofeo que se lleva
el político que puede manipular,
el voto de un electorado
ignorante y perdido,
que elige siempre lo mismo,
que elige: su propio sacrificio.

Esa ciudad,
tiene otra cara:
la del desorden urbano,
la del caos en el tránsito.
Llena de conductores suicidas,
que hacen y deshacen
del transporte urbano,
que irrespetan al peatón,
y en general a toda la población.
Que estacionan donde les da la gana,
que atropellan de plano,
toda norma y toda buena razón,
del entorno de la conducción.

Una ciudad desordenada,
víctima de las ventas informales,
del comercio desordenado,
del comercio sin control,
del irrespeto al espacio público,
y al espacio común.

Una ciudad sucia,
no porque no se limpie,
sino porque sus ciudadanos
no saben guardar la basura,
donde se debe.
Porque los ciudadanos creen,
que las calles y veredas,
son urinarios y basureros,
dispuestos a utilizarse,
cuando les de la gana.

Una ciudad,
donde el vendedor de drogas,
tiene vía libre,
para actuar en la impunidad,
de cualquier autoridad.

Una ciudad diferente,
otra ciudad,
donde no hay agua,
donde no hay asfalto,
donde no hay orden,
donde no hay cultura,
donde no hay historia
donde no hay  presente…
peor aún futuro.
La otra ciudad,
urbana y rural,
patrimonio y actualidad.

Esa otra ciudad,
que podría ser víctima (nuevamente),
de los mercenarios de la política,
que disputan hoy el privilegio,
de recibir la voluntad popular,
para poderla gobernar.

Hay otra ciudad,
que duele y duele mucho,
y no es porque sea pequeña o grande,
sino porque los ciudadanos
dejaron de quererla,
amando solamente el pasado,
y olvidando que esa ciudad crece
y en ese crecimiento hay que cuidarla
y ayudarla a ser grande,
no de tamaño,
sino de corazón,
del corazón de toda su gente.

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