viernes, 20 de julio de 2018

Sin color y sin bandera


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Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza,
 recordarán estos días extraños en los que la honestidad más simple
era calificada de coraje
Yevgeny Yevtushenko

Escribieron un cuento,
el de la patria grande,
donde el dios de barro,
el todopoderoso,
era el único ungido para gobernar.

Escribieron un cuento,
con parte de nuestra historia,
de la historia triste,
de nuestra sociedad.
Una historia que nos cuenta,
que los “padres de la patria”,
se robaron todo,
incluso la esperanza.

Una historia que nos dice,
que no eran necesario banderas,
colores, o partidos políticos,
de una determinada tendencia,
para poder abusar del poder,
para robar,
para dañar,
para matar,
a las personas y a sus sueños.

Un cuento,
que cuenta entre sus líneas,
que es mentira eso del color,
eso de las banderas.
Que la honestidad
no te la da el que seas,
de derecha o de izquierda.
Que la corrupción y la podredumbre,
está enquistada en el poder,
sea cual fuere su bandera,
su discurso y su propuesta.

Un cuento que se escribe,
sin color y sin bandera,
para una sociedad,
para una ciudadanía estática,
a la que le cuesta reaccionar,
cuestionar, acusar y demandar,
al poder desgraciado,
que se apropió de los poderes del estado,
para corromper y robar,
para mentir sin descaro,
para construir una imagen
de falsa honestidad,
de sacrificio y trabajo,
cuando en realidad,
ese poder lo que hizo,
fue matar y robar.

Y ese cuento no termina,
porque busca perennizar,
la memoria de los genocidas,
como si fuera héroes,
como si fueran víctimas.

Un cuento que busca botar al olvido,
los abusos a los derechos humanos,
la manipulación de la palabra,
el mal uso de la ley y la justicia,
la dádiva para conseguir un voto,
las medias mentiras,
los grandes robos.

Un cuento que no tiene color,
que no tiene bandera,
que se repite a la vez,
en varios lugares,
pequeños y grandes.

Un cuento que se cuenta,
desde generaciones,
porque no aprendemos a leer,
las diversas verdades,
la historia  contada,
desde la diversas ópticas.
Porque olvidamos pronto,
y nos convencemos,
de que ya lo peor ha pasado,
que no podrían haber más daños.
Porque no actuamos,
porque es más cómodo callar,
“y no meterse en más problemas”.

Un cuento que cuenta,
la historia de los falsos liderazgos,
de los dioses de barro,
de los supuestos libertarios,
de los únicos capaces
de gobernar sin descanso.

Un cuento que es eso…
un cuento y nada más,
porque mientras lo leemos,
pasa la historia,
la factura de la corrupción,
de la deshonestidad
y la violencia sin par.
Porque mientras lo leemos,
pagamos sin renegar,
la factura de la historia fatal.

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