“¿Cuál es la diferencia, me pregunto yo, entre un
país que encierra en la cárcel a unas cuantas personas de más y un país que
deja en libertad a sus gángsters?”
John Le Carré
Con el
corazón dolido,
con la
impotencia del desvalido,
asisto
a la muerte de hermanos,
que han
sido asesinados
por
narcotraficantes desgraciados.
Muchos
gritan y piden,
la
cabeza del mafioso de turno,
del
asesino confeso
que
dice tener el poder
para
quitar la vida
o
venderla por el simple hecho
de
hacernos creer
que la
droga y el dinero hacen un dios de él.
Muchos
quisiéramos creer,
que
muerto el asesino,
se
acaba la violencia,
pero el
asunto no es tan sencillo,
bajo la
superficie de la política,
tras el
telón del poder,
durante
muchos años,
gracias
a la impunidad que otorga
la
compra de conciencias,
el
soborno,
la
extorsión, el robo,
y la
institucionalización de la mafia,
el país
es víctima de un asalto,
a su
seguridad, a su presente y futuro.
Las
mafias,
son
como un cáncer,
contaminan
poco a poco,
los corazones
de personas
que
creen que tienen poco,
que
creen necesitar más,
y
reducen la vida al dinero
y a lo
que compran con ello.
Las
mafias corrompen,
compran
voluntades,
compran
conciencias,
compran
autoridades,
de todo
nivel y jerarquía:
presidentes,
ministros,
jueces
y fiscales;
tramitadores,
peritos,
testigos,
policías y militares.
Todos
tienen precio,
a todos
les pagan,
con
dinero y amenazas
para
poder traficar y vender,
personas,
drogas y armas.
Los
gánsteres,
ya no
están ocultos en las sombras,
se
cubren con un manto de impunidad,
se
cubren con la ignorancia de un electorado,
que
pierde el tiempo discutiendo sin sentido,
cosas
que no tienen sentido,
cuando
las mafias se llevan
el
dinero del estado,
sin que
nadie caiga en cuenta,
sin que
nadie los detenga.
Me
atrevo a creer entonces,
que no
nos enfrentamos a una guerra cualquiera,
pues
las mafias y los gánsteres,
están
dentro de nuestras fronteras,
se
encuentran en el poder,
en los
poderes del estado,
es las
fuerzas de seguridad,
incluso
controlando
algunos
medios de comunicación,
esperando
sembrar duda, miedo y terror,
para
gobernar en el caos.
Esas
mafias,
también
están fuera,
y
tienen dinero y poder,
que no
quieren dejar de tener jamás,
al
precio que sea,
a costa
de las vidas que hagan falta.
Nos
queda trabajar,
educar
y estar unidos,
entre
los ciudadanos que queremos,
un
presente y un futuro,
con
esperanza y dignidad.
Necesitamos
empezar a creer,
que somos
nosotros
los que
podemos enfrentar el mal,
trabajando,
moldeando y dando forma,
a un
gobierno, a un estado
y a
unas instituciones estatales,
que
deben estar al servicio
de los derechos
elementales
y no al
interés de unas mafias
y de
unos gánsteres indeseables.
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