jueves, 18 de enero de 2018

De inteligencia y otras desgracias

Existen cuatro clases de inteligencia:
 la inteligencia humana, la inteligencia animal, la inteligencia militar
y la inteligencia para espiar, amedrentar,
y gastar dinero sin control.
Adaptado del texto de:  Aldous Huxley


Inteligencia,
es el curioso nombre
que el poder dio,
hace muchos años,
a la labor de espiar,
con fines de “seguridad”.

Se crearon entonces,
en países y en gobiernos,
cuerpos de inteligencia,
centrales de inteligencia,
secretarías de inteligencia,
que actuaron y actúan
de acuerdo a la ley,
pero no siempre de acuerdo a la justicia
y sobre todo: a los derechos humanos.

Rodeados de un manto de silencio,
acordonados por reglamentos y disposiciones,
que los convierten en seres invisibles,
los cuerpos de inteligencia y sus jefes,
utilizan todo tipo de instrumentos,
para hacerse con la información,
de cualquier persona que para ellos sea,
un peligro para la seguridad y la nación.
Bajo ese justificativo,
no solamente escudriñan,
todo lo que se debe saber
de la vida de una persona,
sino que han llegado a darse casos,
de que esa información,
y la impunidad en el actuar
de esos cuerpos de inteligencia,
les permite amenazar,
a las personas que -según ellos-,
atentan contra el estado de bienestar.

En nada me opongo,
a que los cuerpos de seguridad,
deban investigar a delincuentes,
terroristas, mafiosos, traficantes,
y criminales.
A ellos y a sus redes,
deben investigar, sin cesar.

Lo que me preocupa,
y es motivo de mi reflexión,
es que el uso de la “inteligencia”,
sea para investigar y acosar,
a personas y organizaciones,
que son críticas con el poder,
que denuncian los abusos del poder,
que rechazan la impunidad
y la ausencia de investigación y sanción
a todos los actos de delincuencia,
abuso y corrupción.

Me preocupa,
que tras el membrete de inteligencia,
se usen fondos sin control,
se paguen honorarios,
a personas que no deberían recibirlos
bajo ninguna razón.

Me preocupa que los fondos públicos,
sean usados sin justificación,
para todo,
menos para lo que se deben usar,
pagando cuentas de hechos y actos,
de los que nada se sabe,
y quizá nada se sabrá
y que atentan a los derechos humanos,
de personas y ciudadanos.

Si eso es inteligencia,
cuánto extraño la ignorancia,
entendida ésta,
como el buen hacer,
como el buen obrar.
Como el actuar sin saña,
sin mala fe,
sin venganza.

Funcionarios que se encarguen de la seguridad,
con el único afán de evitar actos de terrorismo,
tráfico de drogas, de personas y corrupción.

Funcionarios que se encarguen de la seguridad,
respetando primero los derechos humanos.

Funcionarios de inteligencia,
que hagan gala de ella,
y no de abuso, prepotencia y sinrazón,
y que defiendan la dignidad y el sentido común.

Si la inteligencia de un gobierno,
se usa contra su pueblo,
poca inteligencia le queda al poder,

que ha secuestrado a quien debía defender.

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