jueves, 16 de marzo de 2017

La noviolencia de Matilde

Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor.
Antoine De Saint-Exupery

Sin pensarlo,
sin planificarlo,
me encuentro con la figura,
con la historia y el legado
de una mujer total,
de una mujer sin igual,
que decidió hacer caso al corazón
y luchar con pasión
por lo que soñaba y creía.

Fue una lojana sí,
Matilde Hidalgo se llamaba,
y empezó su vida,
como todos algún día.
Y lo que a ella le parecía normal,
resultó ser
para la sociedad del tiempo aquel,
una blasfemia y una locura.

A ella se le ocurrió soñar
que podía dedicar su tiempo a estudiar,
y ser alguien que podía ayudar
a curar y a sanar la enfermedad.
Para ello debía romper moldes,
romper esquemas,
pensar diferente,
soñar en grande
y luchar tanto en su interior,
como en el mundo exterior.

Sus miedos y preocupaciones
se acrecentaban con las dudas
y las acusaciones
que recibía de la gente que la rodeaba
y que le repetía que no se podía
que no se debía cambiar
la forma de vivir,
la forma de sentir.

Su lucha empieza en el colegio,
donde se opone,
donde hace uso
de la objeción de conciencia
y desconoce una norma inhumana
que decía que por tradición
solo los hombres pueden estudiar
y las mujeres a callar,
sin argumentos y sin discusión.

Años de colegio,
cargados de burlas,
que suman días agradables
cuando siente el apoyo de su gente
y de alguien…
que llegaría amarla para siempre.

Después vino la universidad,
y la lucha noviolenta
por conseguir estudiar
para llegar a ser médico
y poder curar y sanar.

Siendo médico,
y en ejercicio de su vocación
debe dejar  su Loja,
porque la envidia la acusa
de practicar mal su profesión,
y entre tanta confusión,
se marcha, se casa y radica
en otra ciudad, en otro medio,
donde su lucha continúa,
por conseguir más derechos para la mujer ,
que ese tiempo
solamente servía para la cocina,
para las llamadas: labores de hogar,
para servir y callar.

Matilde no se inmoló,
no destruyó bienes,
no hizo daño a nadie,
no usó su caso para buscar compasión,
no atacó a nadie por su dolor.

Matilde se negó a vivir,
aquello que la sociedad dice o llama destino,
aquel rol que se pretendió
y se pretende dar a la mujer
como si ella fuera objeto,
como si ella fuera instrumento,
como si ella solamente debiera obedecer
y no pensar jamás.

Matilde con su actitud
reivindicó la fuerza de la noviolencia,
y dejó un legado
que no podemos dejar de admirar,
de estudiar y replicar:
oponerse con fuerza,
con argumentos, con pasión,
cuando nuestro corazón habla,
cuando nuestra conciencia grita,
cuando nuestra autoestima agoniza,
y nos resistimos a vivir
como el mundo dispone que vivamos,
que hagamos las cosas por que sí,
y porque cerremos las puertas y las bocas,
de quienes tienen algo que decir.

Matilde se suma,
a la fuerza de la noviolencia,
y como el poeta dijo:
Conoces lo que tu vocación pesa en ti. Y si la traicionas, es a ti a quien desfiguras; pero sabes que tu verdad se hará lentamente, porque es nacimiento de árbol y no hallazgo de una fórmula.

Ella, puso amor a sus sueños
y pasión a su vocación,
le agregó noviolencia,

y a la meta llegó.

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