jueves, 12 de mayo de 2016

Sobre totalitarismos y dioses de barro

La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios,
sino sobre las faltas de los demócratas
Albert Camus
El totalitarismo como ejercicio de poder,
resulta atractivo,
porque le permite resolver
lo que a bien tuviere,
sin necesidad de respetar la ley,
el debido proceso,
el diálogo y el consenso.

El totalitarismo,
construye historias
en torno a la figura de dioses de barro,
que aparecen como salvadores,
como irreverentes,
como únicos expertos,
como seres divinos,
con la capacidad de hacer
y deshacer,
sin rendir cuentas a nadie.

El totalitarismo se toma y domina,
los distintos espacios del poder,
y tiene por cómplice,
el silencio y la inacción
de la sociedad civil,
y el silencio y la desverguenza
de antiguos totalitarios
disfrazados de democráticos
que intentan regresar al poder.

El totalitarismo se fortalece,
porque se ofrece y vende
como una opción
contra la corrupción,
construyendo una falsa imagen
de honestidad y fortaleza,
que no rinde cuentas,
y que persigue y atosiga
a sus enemigos y detractores.

El totalitario construye la leyenda
de un dios de barro,
que convertido en caudillo
es la única fuente de deberes y derechos,
capaz de calificar y descalificar
la condición de todo ser humano.

El totalitarismo declara,
que el pasado es oscuro,
y que solamente su luz
nos permite ver el camino,
y nos invita a caminar al olvido,
y al reconocimiento eterno
del liderazgo del dios de barro.

Lo que el totalitarismo no observa,
ni toma en cuenta,
es que nada es eterno,
que hay un tiempo,
y también un momento
donde el poder termina,
donde la sociedad despierta,
donde la impunidad acaba,
y entonces,
la población afectada
se da cuenta
que todo era una farsa
y que el dios de barro
era una burda mentira.

Por todo ello,
y para que no se repitan
los totalitarismos y los dioses de barro,
es fundamental y necesario
que la sociedad civil despierte
y permanezca despierta
que se organice y renuncie
a intereses personales,
y se convierta en la voz de la ética,
y las buenas costumbres,
buscando evitar siempre,
que las semillas del totalitarismo,
caigan en terrenos ciegos
que son los propicios
para renazcan estos vicios.

Juntas y comités cívicos,
son el remedio
contra los totalitarismos.

Cuando el poder totalitario  sienta,
la fuerza de una sociedad
educada y pensante,
cumplirá su misión:

la de servir y no servirse.

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