jueves, 14 de abril de 2016

El ejemplo: la mejor o peor educación

"No le saludan... ¿y quién le ha de saludar, si el que infunde no es terror sino desprecio? Dadme un presidente adornado de virtudes cívicas y privadas, y veréis sino le saludan sus adversarios mismos".
"Ahora mirad por ese lado: allí vienen dos hombres; el uno es el presidente de la República, el otro, su ministro. Ni lanzas, ni bayonetas, ni espadas desenvianadas en torno suyo: las virtudes son su fuerza, el amor de sus conciudadanos su seguridad".
Juan Montalvo


Esta semana,
el calendario recordaba
el natalicio de un insigne ser humano:
el pensador, maestro y literato Juan Montalvo.
La historia recuerda
ese día como el nacimiento de este maestro
y como el día del maestro ecuatoriano.

Tradicionalmente,
este día se celebraba
la labor docente de mujeres y hombres
que día a día,
entregaban su conocimientos a sus educandos.

Hoy, la celebración se extiende,
creo yo,
al ejercicio de la maestría
desde diversos espacios de la vida.
Porque no solamente en el aula se enseña,
no solamente en  la escuela se aprende,
se aprende siempre,
en cada momento de la vida,
lo importante es estar atento
para aprender,
para aprender toda la vida.

El más poderosos de los maestros,
es el ejemplo.
Silencioso maestro,
que enseña sin que caigamos en cuenta.
Se aprende a saludar saludando,
se aprende a respetar, respetando,
se aprende a estudiar, estudiando,
y así con las cosas de la vida.
Ello se refuerza cuando observamos a un "maestro"
que sin llevar esa etiqueta o ese título,
nos enseña con su ejemplo a saludar,
respetar, estudiar y aprender.
Con su ejemplo nos lleva a buscar y encontrar,
aquella inspiración interna
que nos permite construir nuestro proyecto de vida.
El buen ejemplo,
es sinónimo de buena educación,
de educación humana,
de educación sensible,
de educación para la vida.

La otra cara de la moneda,
la que combatió siempre
el maestro Montalvo,
fue la mala educación,
producto del mal ejemplo,
de aquellos que están en el poder,
y hacen lo que les da la gana,
que enseñan que el poder no es servicio público,
que es una oportunidad de abusar
de legislar sin pensar,
de gastar sin ahorrar,
de desunir, de desmantelar,
de dividir, de sembrar el miedo,
la ignorancia y el terror,
en la sociedad y sus organizaciones.

El mal ejemplo,
producto del absolutismo,
de la concentración absoluta de poderes,
construye un ideal negativo de liderazgo,
construye una fábula con dioses de barro,
que jamás admiten equivocación alguna,
que jamás aceptan que han errado,
que jamás permitirán ideas del contrario,
que defenderán hasta la muerte
su estatus de deidad terrenal,
que hace todo, sin pensar en todos.

El buen ejemplo,
maestro supremo,
el mal ejemplo,
maestro diabólico,
cubierto con piel de borrego.

Son nuestros ojos,
los que bien abiertos,
deberán decidir,
con cuál maestro debemos convivir

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