Es
inútil seguir
manteniendo un diálogo entre
sordos,
en
el que ninguno de los dos interlocutores escucha. Jean Anouilh
Esta es la triste historia
de una familia de clase media,
que dejó poco a poco
de ser lo que era: una familia,
con las diferencias que ello implica,
con la diversidad que ello conlleva.
El patriarca era una persona muy
admirada,
muy respetada y querida,
que trabajó mucho para
que la casa estuviera bonita,
para que las paredes estuviesen pintadas,
para que la puerta de calle,
para que la empresa familiar
creciera y fuera modelo empresaria,
fue algo impresionante.
El patriarca fue reconocido
por toda la familia,
se reconocía su
inteligencia,
su visión, su fuerza,
su manera de liderar,
no solamente a la familia,
sino al emprendimiento familiar,
pues el patriarca también
era el gerente,
de la empresa de la familia.
Con el paso del tiempo,
el patriarca,
como dice algún viejo refrán:
murió de éxito,
es decir se le "subieron los
humos",
es decir, perdió el norte,
perdió la capacidad
de liderar a todos,
se concentró únicamente
en aquellos familiares
que aplaudían su gestión
y que no criticaban nada de sus
actitudes.
Con el paso del tiempo,
ese patriarca olvidó que tenía una familia que cuidar,
que era una familia grande y numerosa,
que necesitaba de su guía
y liderazgo,
que necesitaba trabajo,
que quería las mismas
oportunidades
que tenían los otros
familiares.
Con el paso del tiempo,
el patriarca dejó de ser líder
para convertirse en mandamás,
olvidando su responsabilidad familiar
y generando un modelo de liderazgo
basado en la imposición
y en la violencia verbal,
si no estaban con el patriarca,
estaban en su contra,
no habían términos
medios.
En todo momento,
recordaba a la familia,
que la empresa familiar,
cuando fue manejada por otros,
fue un desastre y una desgracia,
y que ahora que el era el gerente,
y lo había hecho tan
bien,
otros lo criticaban,
otros lo envidiaban,
y que no puede aceptar esa crítica,
ni a quienes lo criticaban,
Esa lucha,
esa pelea o como quiera llamarse,
empezó a hacer daño
a la familia,
la dividió, la hizo
distanciarse,
la hizo dividirse,
la hizo débil y
desconfiada.
Comenta alguien que en algún
momento,
incluso algunos familiares
se habían enfrentado
a golpes,
olvidando que eran familia,
olvidando que eran hermanos.
Esa lucha,
afectó la marcha de
la empresa familiar,
que endeudada para mantener el ritmo de
vida
y el ritmo de gasto que el patriarca creía
debía tener,
se enfrentaba a un futuro complejo,
porque ya no había
un espacio de diálogo,
ya no era posible opinar,
ni siquiera la junta de propietarios
podía dar ideas o
hablar.
Algunos familiares,
golpearon la puerta del patriarca,
para exigirle cambios y rectificaciones,
para exigirle que piense en todos,
que piense en el futuro.
Al verlos molestos,
y al ver que no eran pocos,
los invitó a dialogar.
Sentados en la mesa,
el patriarca dijo que no hablaría
con todos,
que solamente hablaría
con aquellos
de corazón puro,
porque no pensaba cambiar nada de lo que
había hecho,
porque todo lo que había
hecho
estaba muy bien hecho.
Mientras el patriarca hablaba
en una especie de monólogo,
los familiares en la mesa,
gritaban y vociferaban,
queriendo imponer su voz y su criterio,
exigiendo la salida del patriarca:
se había inaugurado
el diálogo de sordos.
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