lunes, 6 de julio de 2015

Diálogo de sordos

Es inútil seguir manteniendo un diálogo entre sordos,
en el que ninguno de los dos interlocutores escucha. Jean Anouilh

Esta es la triste historia
de una familia de clase media,
que dejó poco a poco
de ser lo que era: una familia,
con las diferencias que ello implica,
con la diversidad que ello conlleva.

El patriarca era una persona muy admirada,
muy respetada y querida,
que trabajó mucho para que la casa estuviera bonita,
para que las paredes estuviesen pintadas,
para que la puerta de calle,
para que la empresa familiar
creciera y fuera modelo empresaria,
fue algo impresionante.

El patriarca fue reconocido
por toda la familia,
se reconocía su inteligencia,
su visión, su fuerza,
su manera de liderar,
no solamente a la familia,
sino al emprendimiento familiar,
pues el patriarca también era el gerente,
de la empresa de la familia.

Con el paso del tiempo,
el patriarca,
como dice algún viejo refrán:
murió de éxito,
es decir se le "subieron los humos",
es decir, perdió el norte,
perdió la capacidad de liderar a todos,
se concentró únicamente
en aquellos familiares
que aplaudían su gestión
y que no criticaban nada de sus actitudes.

Con el paso del tiempo,
ese patriarca olvidó que tenía una familia que cuidar,
que era una familia grande y numerosa,
que necesitaba de su guía y liderazgo,
que necesitaba trabajo,
que quería las mismas oportunidades
que tenían los otros familiares.

Con el paso del tiempo,
el patriarca dejó de ser líder
para convertirse en mandamás,
olvidando su responsabilidad familiar
y generando un modelo de liderazgo
basado en la imposición y en la violencia verbal,
si no estaban con el patriarca,
estaban en su contra,
no habían términos medios.

En todo momento,
recordaba a la familia,
que la empresa familiar,
cuando fue manejada por otros,
fue un desastre y una desgracia,
y que ahora que el era el gerente,
y lo había hecho tan bien,
otros lo criticaban,
otros lo envidiaban,
y que no puede aceptar esa crítica,
ni a quienes lo criticaban,

Esa lucha,
esa pelea o como quiera llamarse,
empezó a hacer daño a la familia,
la dividió, la hizo distanciarse,
la hizo dividirse,
la hizo débil y desconfiada.
Comenta alguien que en algún momento,
incluso algunos familiares
se habían enfrentado a golpes,
olvidando que eran familia,
olvidando que eran hermanos.

Esa lucha,
afectó la marcha de la empresa familiar,
que endeudada para mantener el ritmo de vida
y el ritmo de gasto que el patriarca creía
debía tener,
se enfrentaba a un futuro complejo,
porque ya no había un espacio de diálogo,
ya no era posible opinar,
ni siquiera la junta de propietarios
podía dar ideas o hablar.

Algunos familiares,
golpearon la puerta del patriarca,
para exigirle cambios y rectificaciones,
para exigirle que piense en todos,
que piense en el futuro.
Al verlos molestos,
y al ver que no eran pocos,
los invitó a dialogar.

Sentados en la mesa,
el patriarca dijo que no hablaría con todos,
que solamente hablaría con aquellos
de corazón puro,
porque no pensaba cambiar nada de lo que había hecho,
porque todo lo que había hecho
estaba muy bien hecho.
Mientras el patriarca hablaba
en una especie de monólogo,
los familiares en la mesa,
gritaban y vociferaban,
queriendo imponer su voz y su criterio,
exigiendo la salida del patriarca:
se había inaugurado el diálogo de sordos.


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