jueves, 5 de marzo de 2015

A propósito del día de la Mujer

Llamar a las mujeres el sexo débil es una calumnia;
es la injusticia del hombre hacia la mujer.
Mahatma Gandhi

Ocho de marzo,
día internacional de la mujer,
así lo reza el calendario,
y los festejos están por doquier.

Flores, halagos,
invitaciones, promesas,
reflexiones varias,
sobre la importancia de la mujer,
de su rol principal,
en la familia y en la sociedad.

Es incluso una fecha comercial,
que se “vende” bien,
para el comercio en general,
y que a pretexto de celebrar,
las celebraciones son a todo dar.

No está mal,
no se si esté bien,
pero quiero pensar también,
en nuestra realidad:
siete de cada diez mujeres
sufren violencia intrafamiliar,
sufren acoso y violencia laboral,
o están sometidas a algún tipo
de violencia social.

Un fenómeno social,
oculto por el silencio de las violentadas,
que cubre con un manto de impunidad
al violento,
que se escuda en la vergüenza
que sienten ellas,
de compartir su dura realidad.

Por lo tanto,
no se si debamos celebrar,
o reflexionar sobre esta realidad
triste y presente,
en gran parte de nuestra sociedad.

Que la conmemoración,
nos lleve a reflexionar,
sobre la educación en el hogar,
sobre el rol de los padres
en relación al cultivo
de valores fundamentales
para la convivencia pacífica
de los seres humanos.

Somos los padres,
los primeros responsables,
de educar a un hijo,
a una hija,
en el respeto al prójimo,
en la noviolencia
como forma de vida.

Somos los padres,
los que con el ejemplo,
debemos educar en la equidad,
en contra de patrones preestablecidos
por la sociedad,
que divide a los sexos en fuertes y débiles,
que reduce a las personas
a meros actores de un circo,
en el que nadie se compromete con el prójimo,
pero que si explota al prójimo por el prójimo,
que les asigna a hombres y mujeres,
roles y comportamientos
“tradicionales”,
porque así ha sido la historia
y nadie la puede cambiar.

Luego serán las escuelas,
y la sociedad en general,
las que deba educar contra los dogmas
y los fundamentalismos,
que reducen y limitan
el rol de la mujer en la sociedad,
en su capacidad de actuar,
de decidir, de opinar,
y de ser en general.

Si hay violencia contra la mujer,
la igualdad, el desarrollo y la paz,
no serán posibles en la sociedad.

Si hay violencia contra la mujer,
en cualquiera de sus variantes
física, sexual o psicológica,
ya sea en espacios de familia,
de trabajo, de sociedad,
o en conflictos armados,
donde las violaciones sistemáticas,
la esclavitud sexual y los embarazos forzados,
son el pan de cada día;
o, en países donde
la esterilización forzada
y el aborto forzado,
la utilización coercitiva o forzada de anticonceptivos,
el infanticidio de niñas y la determinación prenatal del sexo,
son prácticas comunes y “normales”,
no podremos hablar de paz,
ni de igualdad, peor de desarrollo.

Todo esto pasa en el mundo,
todos los días, las horas y los segundos,
entonces hay muy poco tiempo para celebrar,
y mucho por trabajar,
la educación será siempre la herramienta,
el camino para moldear corazones y mentes,
que trabajen por la igualdad,
por el respeto de los derechos humanos,
por una sociedad noviolenta,
justa, pacífica y comprometida
con su propia naturaleza e historia.

Celebremos, conmemoremos,
pero también trabajemos,
a favor de la paz,
que se traduce en el respeto al prójimo,
que en este caso,
que en esta fecha, se llama mujer.
Y el trabajo empieza,
en un lugar cercano:
en el corazón del ser humano,
que debe responder a la pregunta,
de cuánto hace o deja de hacer,

por el prójimo llamado mujer.

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