viernes, 20 de agosto de 2010

Sobre las palabras necias e idiotas, Cartas a Santiago mi hijo

La idiotez es una enfermedad extraordinaria,
no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás.
Voltaire


Te encontrarás hijo mío,
en el transcurso de tu vida
con palabras directas,
con palabras con brío,
que llevan mensaje y contenido,
que invitan a la reflexión del alma.
Esas son palabras
que nacen de una persona que ama,
que ama su trabajo,
que ama a su prójimo,
que ama la vida,
que se entrega por ella,
que está dispuesto a ceder,
a tolerar, a comprender.

Quien transmite la palabra,
para beneficio de otro,
para calmar el ansia,
para acompañar la pena,
para atenuar el dolor,
para felicitar y alegrar,
transmite la imagen
de un corazón digno,
que no busca beneficio,
o crear maleficio.
Busca por el contrario
solo servir, ayudar,
proteger, enseñar,
promover y animar.

Que de tu boca hijo mío,
solo salgan palabras de amor,
que no son solo aquellas
que por lo general alegran,
las palabras de amor
son también aquellas
que enseñan, que amonestan,
que reclaman, que critican,
que se oponen y que proponen,
siempre, de buena fe,
siempre con el deseo
de lo más grande,
de lo más puro,
de lo mejor para tu prójimo.

Que de tu boca hijo mío,
no salgan nunca
las palabras necias,
las palabras idiotas,
aquellas que hacen daño,
aquellas burlonas,
aquellas que destruyen,
aquellas que siembran duda.

No se te ocurra repetirlas,
de la boca de otros
que así las pregonan,
porque estamos en la época
en que la palabra no se valora,
en que da igual lo que sale de la boca,
que se premia al necio y al idiota
que solamente abre su boca
para dañar y engañar,
para acusar sin comprobar,
para calumniar y desacreditar,
para hablar sin fundamento,
para querer aparentar lo que no es cierto.

Aléjate hijo mío,
de la palabra que deshonra,
de aquella que sin meditar
acaba con lo que a su paso halla,
de aquella que sin meditar
se declarara la única verdad.
Y… no solo te alejes de esas palabras,
aléjate de quien hace alarde de ellas,
de quien las pronuncia,
de quien las reparte.
Mas no te alejes para no interpelarle,
aléjate para que el corazón y la razón
te permitan con argumentos sin apelación,
quitar la máscara al farsante,
acabar con la palabra necia e idiota,
de paso que enseñas al ignorante.

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