Eres,
el recuerdo en el que te convertirás.
La muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la muerte. Sabemos que un día vendrá, pero nunca sabemos lo que es
Carlos Fuentes
Ignoramos lo que es,
aunque sabemos que llega,
que llegará,
cerca o lejos…
curiosamente
como parte de la vida.
Y les llega
y nos llegará a todos,
sin excepción, sin discusión,
a todos.
Y se vivirá,
desde la opulencia
o la pobreza,
desde la tristeza
o desde la alegría,
desde la fe y la esperanza,
o de la negación,
o de un final total.
Y cada vez,
que pasa cerca,
nos lleva a pensar,
aunque al final
no sabemos lo que es,
porque “habrá que vivirla,
para contarla”,
esa muerte que es presencia
y parte de la vida.
¿Habrá como llevarse algo?
Amor del bueno,
sonrisas, gracias sinceras,
hermosos recuerdos,
hermosos momentos.
¿Habrá cómo dejar algo?
Quizá esa sea
una pregunta que la muerte
nos invita a reflexionar
sobre nuestra propia vida:
más allá de lo material,
mucho, poco, nada,
¿qué dejas?, ¿qué dejamos?
¿qué quisiéramos dejar?
¿cómo quisiéramos
que nuestro recuerdo se escriba?
¿con qué palabras,
con qué gestos, con qué momentos?
Porque al final,
no sabemos lo que es,
aunque sabemos que llegará,
y no por ello podemos dejar,
de ser lo que somos,
lo que queremos ser
y lo que queremos que quede,
cuando ya no seamos.
Las decisiones tiene efectos,
sobre las cosas y sobre las personas.
Algunos las toman a bien,
otros, como una afrenta,
otros celebran, otros critican.
Tus decisiones tienen efectos,
que sean los que tú buscas.
La miseria humana,
tiene múltiples disfraces.
Uno de ellos,
y quizá de los más comunes:
el servilismo.
Ya no hay quien sepa el arte de la conversación, es decir, de la discusión. Conversar es entrar en el surco que ha trazado el otro, y proseguir en el trazo y perfección de aquel surco; diálogo es colaboración
Massimo Bontempelli
Concluímos
que es imposible dialogar,
sin haberlo intentado de verdad.
De la misma forma,
que el récord mundial de velocidad,
comentó alguna vez
que hicieron falta
cuatro años de entrenamiento,
consciente y contínuo,
para correr cien metros
en nueve segundos,
de esa misma forma
debemos prepararnos
para dialogar
si buscamos que el dialogo,
no sea un tiempo imposible…
incómodo quizá, complejo,
molesto, difícil, desafiante,
pero no imposible.
Si el diálogo,
busca la foto, el premio,
el reconocimiento externo,
en una suerte de quitarse
el problema de encima,
probablemente eso,
que llaman diálogo algunos,
dejará de serlo en un tiempo
corto o un tanto largo,
pues las condiciones que generaron
aquella conflictividad
no se han transformado.
Los diálogos imposibles,
pueden suceder y deben suceder,
y para ello se debe sembrar
y cultivar el arte de dialogar.
Espacios permanentes,
que permitan a las diversas partes:
la oportunidad de compartir,
lo que les preocupa,
su lectura de la realidad,
y el diseño de su estado de bienestar.
La conflictividad social,
no necesita más incendiarios,
o más mercenarios que viven
de la conflictividad
en sociedades profundamente divididas.
Gobernados y gobernantes,
dirigentes y dirigidos,
líderes y personas comunes y corrientes,
necesitan aprender a dialogar.
Esos diálogos imposibles,
si se convierten en cultura,
harán evidente
a quienes no quieren la paz,
a quienes viven de y para la violencia.
Esos diálogos imposibles,
si se convierten en cultura,
nos permitirán vernos como personas,
como seres humanos,
con nuestros miedos y preocupaciones,
con nuestros resentimientos y molestias,
con nuestras virtudes y fortalezas,
pero sobre todo nos hará ver
qué es posible un diálogo imposible,
porque la paz es el bien mayor,
porque es necesaria una convivencia de calidad,
y una calidad de vida digna,
para quienes hay sufrido y sufren,
y para todos aquellos,
que son parte de la comunidad.
Necesitamos sentarnos a dialogar,
mientras aprendemos a hacerlo,
y lo haremos en memoria de los que ya no están
y sobre todo, por los que estamos
y por los que estarán.
Que nos una,
el placer de sabernos juntos
y no la urgencia de resolver
situaciones y complicaciones,
solamente.
Aprendió a leer,
en el lienzo de su piel,
en la profundidad de sus ojos,
en la amargura de sus lágrimas,
en la humedad de sus besos.
En la inmensidad del cielo,
se encuentran aquellos
que miran el horizonte
desde de diversos puntos
y desde un mismo corazón.
Convivían juntos,
los nevados con el dios sol.
Mientras la brisa el mar
y la inmensidad de la selva,
dibujaban los días,
con colores y melodías.
Otra vez frente al camino,
las penas y las alegrías,
regresan juntas al corazón,
es momento de caminar.
Pasó,
Ser uno mismo en un mundo que constantemente trata de que no lo seas,
es el mayor de los logros
Ralph Waldo Emerson
¿Ha llegado a ti,
la pregunta, o reflexión personal,
sobre tu búsqueda,
sobre lo que buscas,
sobre lo que eres,
sobre lo que quieres ser?
Y, si llegó ese día,
¿qué respuestas
te has podido dar?
¿satisfecho con ellas?.
Si satisfecho estás,
con las respuestas sobre lo que eres
y sobre lo que quieres ser,
el camino se presenta
sin mayores cambios, quizá.
Pero, si no hay respuestas,
o, si las respuestas no convencen,
o, si las respuestas no son suficientes,
podría ayudarte otra pregunta:
si no está muy claro,
de a dónde ir,
o de lo que queremos ser,
vale preguntarse
¿lo que no queremos ser?
Y pensando
en algunas respuestas,
me atrevería a decir,
que no quisiera ser
aquel que es,
para que validen eso,
que supuestamente es,
para agradar a los demás.
O, ser alguien,
que abusa de su condición
y de su poder
para denigrar y atentar,
contra el honor de otros,
siempre a su espalda.
Lo que no quiero ser,
es alguien que siembre odio,
inquina, mala fe,
rumor, murmuraciones,
y mentiras,
con el objeto de ganarse
la voluntad de otros,
que tampoco quiero ser,
que viven de adulos mundanos
y supuestos liderazgos.
No quiero ser,
alguien que no se valore a sí mismo,
alguien que no se apersone,
y decida corregir su camino.
No quiero ser,
alguien que se apoltrona
en su espacio de vida,
y decide no buscar
nuevos caminos,
nuevos tiempos, nuevos momentos.
No quiero ser,
una mano que no ayuda,
una voz que no calma,
un corazón que no ama,
una vida que no tiene sentido,
una existencia plagada
de amargura o quemeimportismo.
No es fácil ser,
y hacer frente,
a esa suerte de jueces morales
y de vida,
que aplauden la libertad
y a la vez condenan
a quienes quieren ser libres.
Eso,
es lo que no quiero ser.
Vivía entre la nostalgia de lo que fue,
y la nostalgia de lo que podrá ser.
A ese espacio llegó a llamar hoy,
o, en otras palabras vida.
Los gritos ensordecen.
Las palabras arrullan,
invitan, provocan pensar,
más allá que hablen de amor
y de tantas cosas más.
Estamos gratamente condenados,
a aprender…
caso contrario,
la ignorancia guiará nuestros pasos.
Del por qué,
al para qué,
hay una ruta de viaje
y descubrimiento interior.
No dejemos
de transitarla,
por más compleja
que parezca,
es vital.
Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos
Martin Luther King
Más importante,
que aquella promesa
de morir por alguien,
necesitamos
aprender a vivir,
a convivir con ese alguien,
y con muchos otros
conocidos, desconocidos,
cercanos o lejanos.
Por momentos siento,
que han muerto,
o que duermen profundamente
valores, costumbres buenas
y hábitos vitales para la paz.
Sociedades que sufren
un efecto de campo minado,
donde no se puede caminar,
sin estar expuesto a bombas
de violencia, irrespeto,
inseguridad, desconfianza,
corrupción y caos.
Aquel sentido de dignidad humana,
es lejano y para otros: inexistente.
Preocupados por tener,
olvidamos compartir,
olvidamos al que no tiene,
olvidamos al que perdió,
olvidamos al que no tendrá.
Más allá de tener,
alimento para el cuerpo,
olvidamos compartir
ese alimento con otros.
Y ese alimento,
o ese tener,
se puede leer
desde ópticas varias:
poder, ambición, control,
ignorancia, soberbia,
envidia, creencias,
dogmas… fundamentalismos.
Esto de vivir,
esto de convivir,
comporta el ejercicio
de sumar y no restar,
de multiplicar y no dividir.
Nos necesitamos juntos,
nos necesitamos tolerantes,
nos necesitamos inclusivos,
y también respetuosos,
considerados, prudentes,
y también alegres, felices,
soñadores, esperanzados,
confiados y comprometidos…
aunque todo ello hoy,
suene a “ilusión perdida”,
o a “imposible”, “innecesario”,
“absurdo” e “irreal”…
quizá porque se está enseñando,
o sembrando, todo lo contrario.
Que la sabiduría
que acompaña al mundo
a crear tantas cosas nuevas,
le permita encontrar
y reencontrar
aquellas, que le permitan,
el sencillo arte de vivir como hermanos.
La vida suma ausencias,
algunas de ellas,
durarán siempre,
otras, serán como no haber existido.
No dejes nada para después. Después, el café se enfría. Después, te da flojera. Después, el día se convierte en noche. Después, la gente crece. Después, la gente envejece. Después, la vida se va. Después, te arrepientes de no haber hecho algo... cuando tuviste la oportunidad
Toshikazu Kawaguchi
Ten cuidado del “después”,
porque podría convertirse
en un nunca,
en un eterno nunca.
Ese abrazo que dejamos para después,
ese perdón, esa decisión,
ese diálogo, esa reflexión,
ese empezar algo,
ese terminar algo,
ese pequeño cambio,
esa pequeña pausa,
ese hábito que necesita
empezar, para poderse formar,
no es para después,
porque una pequeña acción,
una pequeña decisión
marca el gran inicio
de un cambio,
de un hecho,
de algo que para nosotros
dejará de ser “nunca”,
porque vencimos el “después”.
Si nos llenamos de “después”,
aparcaremos la ilusión
de hacer las cosas
que dan vida al corazón,
dando paso a la tristeza
y a la melancolía de
repetir una y otra vez,
¿por qué dejamos para después
aquello que pudo hacerse a tiempo?.
Dejé para después,
un abrazo
que ya no pude dar,
porque no se puede abrazar
al cuerpo que ya no está.
Dejé para después,
un diálogo necesario,
un desahogo,
un deseo, un te amo…
y después ya no fue.
Dejé para después,
empezar ese cambio,
dar el primer paso,
romper la barrera
del “no puedo”,
del “es imposible”,
del “no estoy listo”.
Dejé para después,
perdonar y perdonarme.
Dejé para después
pensar en mi y por mi,
aprenderme a valorar,
aprenderme a amar
y respetar lo que soy,
cultivar lo que soy,
y mejorar lo que soy.
Pero siempre podemos comenzar,
en este momento,
una y otra vez,
entender que podemos comenzar,
que podemos actuar,
que podemos hacer frente,
a ese después
que ha secuestrado y secuestra,
la intención y la acción,
que marca el inicio,
el hoy, que se transformará
en un mañana, un mejor mañana
que no es fruto de un después.