¿Cómo podemos enfrentarnos al crimen organizado? Junto con la corrupción y el narcotráfico, ha constituido una fuerza que no es paralela al Estado. Es realmente un Estado dentro de él
Rigoberta Menchú
Es innegable y no se puede ocultar,
el oscuro escenario que deja a su paso,
la presencia de nuevos jinetes
de nuevos apocalipsis.
Era un secreto a voces,
era una especie de realidad
que nos resistíamos a aceptar.
“Que roben pero que hagan obra”,
era la consigna popular
para poder legitimar
la institucionalidad de la corrupción.
Pagar a un tramitador,
sobornar a una autoridad,
pagar por un puesto público,
por un contrato, por un beneficio,
o por la liberación de obligaciones,
pasaron de ser hechos aislados
y se convirtieron en parte del actuar
de una gran parte del ciudadano común,
que cedió a la corrupción
porque no había otra forma de vivir
o de sobrevivir en un Estado
cuyo modelo ha sido diseñado
para favorecer un comportamiento
que se aborrece, pero se acepta,
que se denuncia, pero al que se allana.
Suavizada, adormecida y en algunos casos
asesinada la ética y la moral,
se prepara el camino para entregar,
al crimen organizado, al narcotráfico
y a las redes profesionales de corrupción,
un estado que no pueda defenderse
ni hacer frente a tan indefendible golpe.
Atados de manos, divididos,
ignorantes, vivimos presos de un poder
que pasa de mano en mano
vendiendo soluciones de humo
que desparecen con el tiempo
y que se diluyen entre denuncias
de robos, atentados, atracos y crímenes
que quedan en la impunidad,
y de los cuales no pasamos
de la eterna indignación,
cuando frente a nuestros ojos
desfilan los delincuentes y los corruptos
haciendo negocios
y, sobre todo: lo que les da la gana.
Nada cambia y nada cambiará,
si ese Estado, tomado por asalto,
no une a sus mentes y a sus ciudadanos
libres, honestos, honrados y entregados
a cambiar las condiciones que permiten
las actuales situaciones de corrupción,
podredumbre, inacción, fracaso y lentitud
de unos servicios que son a la vez derechos,
que, al no ser cubiertos,
permiten a las mafias aparecer
como los salvadores del momento.
Los ladrones no han devuelto el dinero,
los traficantes siguen lucrando,
dentro o fuera de la cárcel.
Los corruptos esperan,
la oportunidad siniestra
para llegar al poder
y robar a manos llenas.
Una gran parte de los políticos se lanzan y se gastan
en una campaña política
matizada de burlas y propuestas
sin sentido común.
Nuevamente: nada cambiará
si no unimos mentes y ciudadanos
libres, honestos, honrados y entregados,
que, despojados de sus intereses,
trabajen en el diseño de un cambio,
duro, doloroso, complejo, pero necesario,
para diseñar aquel futuro
que soñamos para los que amamos.
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