jueves, 5 de noviembre de 2020

Un ser humano, de buenas costumbres (A la memoria de Jorge Rodríguez Torres)

 Lo primero es ser honesto contigo mismo. Nunca podrás tener un impacto en la sociedad si no te has cambiado a ti mismo. Los grandes pacificadores son personas íntegras, honestas pero humildes

Nelson Mandela

Ese ejercicio,

de ser honesto consigo mismo,

le significó muchas incomodidades.

Y digo incomodidad,

al hecho de implicarse

en la búsqueda de la verdad,

en ese cambio personal,

en esa dedicación de tiempo,

que va más allá de las horas del día.

 

Ser honesto consigo mismo,

requiere un estado de consciencia

de lo que somos, de dónde venimos

y a dónde vamos.

Ese ejercicio,

debe convertirse en una práctica diaria,

y de lo que vimos,

Jorge logró entrar en el ritmo

de ser honesto consigo mismo.

 

Y siguió su incomodidad,

su inconformidad

con aquella realidad

en la que vivía la sociedad.

Una sociedad a la que amaba,

y que, por ese amor,

decidió levantar su voz,

ante la desgarradora realidad:

se habían llevado,

se estaban llevando

y, por lo visto,

se llevarán el dinero público,

a manos llenas,

una serie de corruptos,

una serie de mafias politiqueras,

que corrompieron

corazones y almas.

 

Fue parte de un grupo,

de seres humanos,

que hallaron coincidencia,

en su inconformidad

ante la corrupción en la sociedad.

Y decidieron dar la cara,

sin más interés

que el de impedir la impunidad.

 

Con pasión, con corazón

y con la fuerza de la razón,

impulsó una serie de procesos

que buscaban y buscan,

poner el dedo en la llaga,

desenmascarar a los corruptos,

hacer pública 

la dolorosa realidad

de una sociedad que asiste

día a día,

al espectáculo desgarrador

que cuenta interminables

e incontables casos

de corrupción 

y de corruptos 

que se han tomado 

la Patria por asalto.

 

Su tarea,

fue grata para muchos,

e ingrata para otros.

Su tarea no fue sencilla,

su trabajo fue complejo,

aplaudido por muchos,

apoyado por pocos.

Porque era un trabajo,

que no buscaba réditos personales,

que demandaba mucho esfuerzo personal,

que significaba enfrentarse al poder,

y decir las cosas en la cara,

por convicción 

y en honor a la verdad.

 

En su intento

por despertar la conciencia social,

renunció a su espacio

en la comisión ciudadana

que hacía frente a la corrupción.

Nos brindó un discurso de molestia,

de enojo y de reclamo,

pues los ciudadanos

somos muy cómodos,

cuando se trata de estos temas:

aplaudimos, y decimos “adelante”,

a aquellos que, como Jorge,

luchan contra la corrupción,

pero cuando nos invitan a participar,

a renunciar a la comodidad,

decimos que no podemos,

que no tenemos tiempo,

que no estamos preparados para ello.

 

Jorge deja a su paso,

al menos a aquellos,

que lo conocimos,

fuera de su entorno familiar,

su ejemplo de ser humano,

su ejemplo de coherencia,

integridad, honestidad y humildad.

Seguirlo, significa actuar.

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