jueves, 7 de junio de 2018

Sobre las desigualdades


La desigualdad corrompe a las sociedades desde dentro. Con el tiempo aumenta la competencia por el estatus y los bienes, las personas tienen un creciente sentido de superioridad (o de inferioridad) basado en sus posesiones, se consolidan los prejuicios hacia los que están más abajo en la escala social, la delincuencia aumenta y las patologías debidas a las desventajas sociales se hacen cada vez más marcadas.
Tony Judt

Un político,
se sienta en  la silla del poder,
y cree que por ello
puede hacer lo que le de la gana:
gastarse todo el dinero público
y buscar siempre el beneficio propio.

Vivimos en el continente,
con mayores desigualdades en el mundo,
y pese a ello
presumimos de contar con
las mejores constituciones.
Decimos que somos el simil del progreso,
pero cavamos todos los días
el agujero donde enterramos
todos los derechos humanos  y las ilusiones.

No nos detenemos a pensar,
que la educación no es para todos,
y que por ello,
la igonorancia reina,
y con ella,
los politiqueros baratos y desgraciados
lucran del sabernos ignorantes,
del sabernos divididos,
del sabernos distraídos,
del sabernos disminuídos.

La desigualdad se encuentra,
en la inequidad para acceder
a los servicios de salud.
Sistemas caducos de salud pública,
corrupción sin control,
en la compra de insumos,
enfermos que esperan sin esperanza,
médicos que luchan,
contra el mounstro de un gobierno,
que se llena la boca de estadisticas
supuestamente buenas,
mientras la salud pública agoniza,
sin esperanza siquiera.

La desigualdad está  allí,
donde se dice que la justicia es gratuita,
y no lo es.
Cuando un juez,
es cominado por su superior
para resolver en beneficio del gran pez,
y no del interés común.

La desigualdad está allí,
en una ciencia que no aporta soluciones,
sino teoías y elucrubraciones,
que de nada sirven para comer,
o para solucionar los problemas de la vida,
o los problemas del día a día.

La desigualdad está,
cuando las ciudades y las sociedades,
dejan de ser humanas,
y se convierten en una suerte del más fuerte,
en puras regulaciones,
en desconfianzas,
en amenazas y en contadiccciones.

De verdad,
somos el continente
de la mayor desigualdad posible,
y seguimos divididos,
y seguimos gritando,
que nuestra tesis es la que vale,
seguimos defendiendo
a las viejas prácticas corruptas,
a los caudillos malditos,
que se han llevado el dinero,
la ilusión y la esperanza,
a manos llenas.

Cuando entendamos,
que la desigualdad es
un crimen de lesa humanidad,
empezaremos a trabajar
por buscar sociedades,
instituciones y gobiernos
que trabajen por la igualdad,
que no significa que todos
deben pensar igual,
sino por el contrario,
que todos,
a pesar de las diferencias,
no solamente tengamos derechos,
sino oportunidades y responsabilidades.

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