La desigualdad
corrompe a las sociedades desde dentro. Con el tiempo aumenta la competencia
por el estatus y los bienes, las personas tienen un creciente sentido de
superioridad (o de inferioridad) basado en sus posesiones, se consolidan los
prejuicios hacia los que están más abajo en la escala social, la delincuencia
aumenta y las patologías debidas a las desventajas sociales se hacen cada vez
más marcadas.
Tony Judt
Un
político,
se sienta
en la silla del poder,
y cree que
por ello
puede
hacer lo que le de la gana:
gastarse
todo el dinero público
y buscar
siempre el beneficio propio.
Vivimos en
el continente,
con
mayores desigualdades en el mundo,
y pese a
ello
presumimos
de contar con
las
mejores constituciones.
Decimos
que somos el simil del progreso,
pero
cavamos todos los días
el agujero
donde enterramos
todos los
derechos humanos y las ilusiones.
No nos
detenemos a pensar,
que la
educación no es para todos,
y que por
ello,
la
igonorancia reina,
y con
ella,
los
politiqueros baratos y desgraciados
lucran del
sabernos ignorantes,
del
sabernos divididos,
del
sabernos distraídos,
del
sabernos disminuídos.
La
desigualdad se encuentra,
en la
inequidad para acceder
a los
servicios de salud.
Sistemas
caducos de salud pública,
corrupción
sin control,
en la compra
de insumos,
enfermos
que esperan sin esperanza,
médicos
que luchan,
contra el
mounstro de un gobierno,
que se
llena la boca de estadisticas
supuestamente
buenas,
mientras
la salud pública agoniza,
sin
esperanza siquiera.
La
desigualdad está allí,
donde se
dice que la justicia es gratuita,
y no lo
es.
Cuando un
juez,
es
cominado por su superior
para
resolver en beneficio del gran pez,
y no del
interés común.
La
desigualdad está allí,
en una
ciencia que no aporta soluciones,
sino teoías
y elucrubraciones,
que de
nada sirven para comer,
o para
solucionar los problemas de la vida,
o los
problemas del día a día.
La
desigualdad está,
cuando las
ciudades y las sociedades,
dejan de
ser humanas,
y se
convierten en una suerte del más fuerte,
en puras
regulaciones,
en
desconfianzas,
en
amenazas y en contadiccciones.
De verdad,
somos el
continente
de la
mayor desigualdad posible,
y seguimos
divididos,
y seguimos
gritando,
que
nuestra tesis es la que vale,
seguimos
defendiendo
a las
viejas prácticas corruptas,
a los
caudillos malditos,
que se han
llevado el dinero,
la ilusión
y la esperanza,
a manos
llenas.
Cuando
entendamos,
que la
desigualdad es
un crimen
de lesa humanidad,
empezaremos
a trabajar
por buscar
sociedades,
instituciones
y gobiernos
que
trabajen por la igualdad,
que no
significa que todos
deben
pensar igual,
sino por
el contrario,
que todos,
a pesar de
las diferencias,
no
solamente tengamos derechos,
sino
oportunidades y responsabilidades.
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