jueves, 9 de noviembre de 2017

Sobre la dignidad en la enfermedad

La dignidad es tan noble que compensa las pérdidas que causa
José Narosky

Tendido en el lecho del dolor,
seas joven, adulto o viejo,
seas pobre o seas rico,
cuando la enfermedad te llega,
golpea tan fuerte
que quizá prefieres morir,
o hacer el intento por sobrevivir,
y darte la oportunidad de tu vida,
para perdonarte y perdonar,
para decir palabras
que en algún momento de la existencia,
se quedaron guardadas,
prisioneras de un sentimiento,
que no recuerdas ni siquiera cual fue.

Tendido en el lecho del dolor,
la enfermedad se apodera de ti,
y del precioso tiempo
que te resta por vivir.

Mientras lo haces,
ninguna medicina ayuda tanto,
-aunque quizá hayan otras también-
como la dignidad de ser tratado
como un ser humano.

Y con ello me refiero,
a ser respetado en tu dolor,
en tu condición de enfermo,
que de vez en cuando,
o que de pronto,
pierde el sentido de la orientación,
y de la vida misma.

Dignidad para saber sobrellevar la enfermedad,
de saber qué te pasa y qué te espera.
De saberse amado, respetado y apoyado,
de saber que el tiempo andado,
y el terreno sembrado,
dio y da sus frutos,
no siempre iguales todos,
no siempre hermosos todos,
pero siempre queridos y amados,
porque son parte del camino andado.

Dignidad,
para orar en silencio,
la oración del perdón y la esperanza,
la de entender que la vida tiene un tiempo,
la de saber que el tiempo acaba.

Dignidad,
para que se respete tu palabra,
tus últimos deseos,
y tus anhelos más profundos.

Dignidad mientras la enfermedad te abraza,
y te invita a dejar la vida,
aquella que conocías,
y emprender otra,
que será infinita,
y que esperas seas pacífica.

Dignidad que te produce,
la visita y la compañía,
de aquellos que amas,
de aquellos que admiras,
de aquellos a los que diste la vida,
y de aquellos que dan la vida por ti.

Dignidad en la enfermedad,
porque no puede existir otra forma,
de hacer frente al dolor,
a esa prueba, a ese momento,
a esas ganas de vivir,
a esas ganas de morir,
a esas ganas de que todo pase,
a esas respuestas,
que llegaron al fin,
luego de tantas preguntas.

Y no hablo de lujos,
ni de grandes especialistas,
ni medicinas sofisticadas,
ni de aparatos de última tecnología,
hablo de que en la enfermedad,
en aquellos momentos de dolor,
y de absoluta desesperación,
aquel enfermo cuente siempre,
con una gran dosis de dignidad,
que no es más que el resultado del amor,
del respeto y la adoración,
que debemos sentir los seres humanos,
cuando por cuestiones de esta vida,
enfrentemos la enfermedad y sus espinas,
que seguro dolerá menos,

si sentimos que estamos rodeados de dignidad.

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