jueves, 23 de noviembre de 2017

Atrocidades interminables

"Ante las atrocidades tenemos que tomar partido.
El silencio estimula al verdugo".
Alie Wiesel

Cifras, estadísticas y evidencias,
desnudan una silenciosa y peligrosa realidad:
la violencia contra mujeres y niñas,
es una de las mayores atrocidades
en este mundo actual.

Algo no está bien en la sociedad,
algo no funciona con normalidad,
cuando la violencia pasa a ser parte
del día a día,
del refranero popular,
de la costumbre, de la cultura,
del actuar sin culpa,
de unas conductas violentas,
que buscan justificaciones
carentes de moral, de ética y de lógica.

Atrocidades actuales,
que se encuentran en la historia
de mujeres profesionales,
que sufren maltrato y sufrimiento,
acoso y dominación,
de parte de quien se considera su dueño,
su amo, su maltratador,
que la acosa, que la maltrata,
que la descalifica, que la ataca,
y que justifica toda su violencia,
porque dice que la ama,
y que ella no es más que una desgraciada.

Mujeres rurales,
mujeres campesinas,
víctimas de abusos diarios,
producto de una cultura,
que hereda la violencia,
como forma de vida,
como comportamiento normal,
como algo que hay que hacer,
porque así se lo ha hecho toda la vida,
mujeres que asumen que su condición,
de sometimiento, silencio y sumisión.

Mujeres jóvenes y niñas,
que se educan en formatos
y en prácticas culturales,
que reproducen escenarios
de una supuesta superioridad masculina,
de una condición de inferioridad,
de una condición de debilidad.

Mujeres y niñas,
que callan, que no dicen nada,
por miedo y por vergüenza,
por ignorancia o por terror,
o por amenazas de su agresor.

Mujeres y niñas en silencio,
sufriendo el día a día,
de un mundo de desigualdades y desprecios,
de inequidades y desafueros,
que ignora una realidad,
que cierra los ojos,
que tapa la boca,
que calla y es cómplice,
de atrocidades interminables,
que duelen, que horrorizan,
que indignan y mortifican.

Nunca será tarde,
para reflexionar en nuestro interior,
y descubrir cuánto hacemos
o dejamos de hacer
en beneficio de la violencia.
Y bajo ese mismo esquema,
cuánto podemos hacer,
por la justicia, por la paz y por el bien.

Difícil tarea,
porque requiere que seamos ejemplo,
porque nos mueve el piso,
porque nos recuerda nuestras faltas
y también nuestra ignorancia.

Y no podemos esperar,
hay que tomar partido,
no podemos callar,
y no se trata “solamente” de denunciar,
protestar y censurar,
se trata de actuar,
hacia dentro y hacia fuera,
para romper el ciclo de la violencia,
para ser iguales,
para ser personas,

para ser normales.

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