jueves, 27 de febrero de 2014

Prudencia, tiempo de prudencia

El hombre cauto jamás deplora el mal presente;
emplea el presente en prevenir las aflicciones futuras.
William Shakespeare
Como si fuera una batalla,
una guerra interminable,
la política declara,
tras el tiempo de elecciones
y el día de votaciones,
a los ganadores y a los perdedores.

Los ganadores sonrientes,
agradecen a los electores,
ratifican sus promesas,
miran el horizonte
con ojos de llanto y emoción.

Los perdedores,
reniegan el hecho,
aducen diversas razones,
incluso hablan de intromisiones
de entes y países lejanos.

En medio de ganadores y perdedores,
está un electorado,
que nuevamente tiene esperanza,
que nuevamente creyó en la promesa,
que espera cambios,
que espera beneficios,
que espera un futuro.

No hemos tenido un tiempo de silencio,
de meditar lo que ha pasado,
nos hemos lanzado al análisis de inmediato,
hemos sacado conclusiones,
unos felices de los que se van
y otros felices de los que llegan.
Y no alcanzamos a entender,
que los políticos pasan,
que deben pasar,
que cumplen un ciclo
y deben dejar el poder.
No alcanzamos a entender
que es el electorado,
que son los ciudadanos
los que tienen el poder de decidir,
pero no hay tiempo para ello,
estamos siempre
esperando la propuesta del político,
la decisión del político
para actuar o no actuar.

Me parece
que es un tiempo,
de llenarnos de prudencia,
de no alegrarnos de la desgracia
de aquellos a los que la historia
llama perdedores,
peor aún alegrarnos por los ganadores,
porque la historia nos enseña
que hay ciclos
donde los perdedores se convierten,
por votación del electorado en ganadores,
y los ganadores serán, en un tiempo, perdedores.

Prudencia,
para mirar al candidato ganador,
para analizar su comportamiento,
para meditar sus decisiones,
y el equipo que escoge para servir.
Prudencia,
para analizar el desempeño del ganador,
para comprender si cumple,
si dice la verdad.

Prudencia,
para mirar a los perdedores
y saber si asumen
su realidad pasajera,
para analizar si corrigen,
si mejoran,
si entienden el mensaje electoral.

Prudencia,
para mirarnos al espejo,
y reconocernos
como actores principales
en la vida del país.
En nuestras manos está,
en nuestra inteligencia está,
en nuestro esfuerzo está,
el ser un país libre,
en ser un país igualitario,
en ser un país fraternal,
en ser un lugar para vivir.

Prudencia,
porque esta historia
jamás termina,
terminará nuestro tiempo en ella,
pero ella sigue y sigue,
y si somos prudentes,
si leemos su camino,
quizá entendamos el poder
que en nuestras manos tenemos
para hacer de nuestro tiempo

el mejor para el prójimo.

jueves, 20 de febrero de 2014

Silencio y reflexión

“Somos sembradores conscientes, repartimos diariamente millones de semillas a nuestro alrededor. Que podamos escoger siempre las mejores, para que al recibir la dádiva de la cosecha justa, tengamos siempre motivos para agradecer”
Og Mandino

Silencio…
las voces, los ofrecimientos,
los velos rasgados,
las denuncias,
las burlas y las amenazas,
temporalmente han callado.
Y viene el silencio,
un silencio ordenado,
un silencio falso,
pero en fin silencio,
al que todos estamos obligados,
menos el poder,
porque a él nadie lo manda,
porque a él nadie lo calla.

Silencio,
para escuchar la voz interior,
para escuchar la conciencia,
que la tenemos medio muerta
producto del ego,
la ignorancia
y las ansiar del poder.
Silencio,
para valorar la palabra,
para pesar los hechos,
para encontrar la paz suficiente,
y la tolerancia adecuada,
que nos permita ver una realidad
si maquillajes y cuentos de hadas.

Silencio,
para escuchar otras voces,
para escuchar al que sufre,
al que ha sido víctima del poder,
del mediocre con mala fe.

Silencio,
para reflexionar,
sobre lo que fuimos,
sobre lo que somos,
sobre lo que vayamos a ser.

Reflexión,
en torno a lo que somos como ciudadanos,
en torno a lo hacemos o dejamos de hacer,
para construir democracia.

Reflexión para entender
que en nuestras manos está el poder
de elegir el camino,
y entonces no cabe luego,
los llantos y las quejas,
porque con nuestras manos
tallamos aquella figura
a la que hemos llamado:
presente y futuro.

Silencio y reflexión,
que en estos días habla el corazón,
que es necesario invitar también a la razón.

Que no nos tomen por idiotas,
que nos respeten como seres humanos
y también como conciudadanos,
porque entre nosotros no hay dioses,
ni caudillos, ni mecenas.

Silencio y reflexión,
cierra tu boca,
abre tu mente,
invoca la tolerancia,
no basta que sueñes un mundo mejor,
es necesario que participes,

hables y actúes.

jueves, 13 de febrero de 2014

Democracia, ¡cuánto te extraño!

Del mismo modo que no sería un esclavo, tampoco sería un amo.
 Esto expresa mi idea de la democracia.
Abraham Lincoln
No hace mucho,
nuestro continente
se declaraba zona de paz,
territorio de paz,
de respeto a los derechos humanos.
Lo paradójico era,
que esa declaración
se firmaba en un territorio
donde los presos políticos,
donde los objetores de conciencia,
donde los librepensadores,
están perseguidos
como terroristas y criminales,
y ningún mandatario dijo nada,
solamente hicieron mención
a la libre determinación
de un pueblo y un gobierno
para resolver sus propios problemas.
Solo espero que este pensamiento
no se asocie con la impunidad.

Pero la declaración de zona de paz,
queda por momentos,
por oscuros momentos,
en palabras,
en buenos deseos quizá,
porque México vive
una guerra civil,
una guerra entre narcotraficantes,
una guerra que se cobra
víctimas inocentes.

En estos días,
las calles de Venezuela
se llenan de sangre,
porque se responde con balas,
los reclamos ciudadanos,
los jóvenes en las calles han muerto
víctimas de disparos
de aquellas manos
que juraron defenderlos.

Y mientras eso pasa,
la democracia se aleja,
ese concepto de servicio,
de bienestar público,
del buen hacer,
de entender que se trabaja para todos,
que se trabaja por todos,
que el poder político
es un bien social,
un bien de todos.
Esto lo hemos olvidado,
y asistimos callados,
a la toma por asalto consentido,
del poder político
que domina al colectivo.

Hay miedo en el poder,
quizá miedo a perder
la oportunidad de seguir en él,
entonces se juega siempre
el todo por el todo,
crea leyes que limitan libertades,
juzga, asume, toma el poder total.
Y todo esto,
a nombre del pueblo,
en nombre del pueblo.

Democracia,
¡cuánto te extraño!,
porque extraño la capacidad
de poder escribir,
de poder opinar,
de poder criticar
sin miedo a ser juzgado,
perseguido y tildado,
de terrorista o traidor.

Democracia,
¡cuánto te extraño!,
porque extraño,
la responsabilidad ciudadana
de saber elegir,
de saber escoger
lo que mejor conviene,
y no solamente al que poder tiene.

Democracia,
extraño la libertad y la independencia,
de los poderes del estado.
Extraño una prensa libre e independiente,
extraño una oposición responsable,
seria y honesta.
En fin,
extraño el ser normales
y trabajar por un ideal
y ni por la campaña política

de fulano de tal.

Las ciudades que queremos

Todos nosotros, que vivimos en países cultos densamente poblados y hasta en grandes ciudades, ya ni sabemos qué tan carentes estamos de un general, afable y cálido amor al prójimo. Hay que haber llegado como huésped no invitado a una casa, en un país escasamente poblado, dónde varios kilómetros de malas calles separan a los vecinos entre sí, para poder evaluar qué tan hospitalario y amablemente sociable es el ser humano cuando su capacidad para el contacto social no está constantemente sobre exigida.

Konrad Lorenz

Próximos a elegir,
a los administradores temporales,
de nuestras ciudades,
pequeñas o grandes,
es importante reflexionar,
sobre la ciudad que decimos amar,
sobre la ciudad que nos acoge
y se convierte en nuestro hogar.

Todos los días,
sin caer en cuenta, quizá,
pensamos en la ciudad que queremos:
limpia, ordenada, arreglada,
tranquila, segura,
cuidada y amigable.
Una ciudad con servicios adecuados
y, ¿por qué no óptimos?
de transporte público,
gestión de desechos,
agua potable, educación,
luz eléctrica, espacios públicos,
y áreas de recreación.

Una ciudad que acoja a comerciantes,
los organice y regule su actividad,
donde la cultura tenga espacios,
donde los mercados,
sean ejemplos de dignidad,
para el que vende y también para el que quiere comprar.

Una ciudad que se organiza,
no para limpiarse todos los días,
que no está mal,
sino que su organización responde,
al permanente deseo,
de evitar ensuciarla y dañarla.

Las ciudades que queremos,
cuando de verdad las queremos,
deberían ser como nuestra casa,
como el espacio del hogar,
como ese espacio familiar.
Un espacio,
que con el paso del tiempo,
con el paso de los días,
aprendemos a amar y cuidar.
Ese es el deseo,
esa es la intención,
al menos eso creo.
Porque hablar
sobre las ciudades que queremos,
es hablar de la responsabilidad,
de saber elegir
a las personas y equipos,
que tendrán la responsabilidad,
de saber administrar,
esa ciudad que queremos,
no importa si es pequeña o grande,
la responsabilidad es igual.
¿Con cuánta responsabilidad
elegimos a los administradores de la ciudad?
¿Sabemos de donde vienen,
sabemos a donde van?
¿Sabemos sí tiene experiencia
en administrar la ciudad,
si se han preparado para ello,
y si saben pensar y actuar,
en consecuencia con sus pensamientos,
y su manera de pensar?

Las ciudades que queremos,
necesitan administradores,
y que de verdad sean buenos,
pero antes que eso,
y por sobre todo,
necesita de ciudadanos buenos,
comprometidos con la ciudad,
con sus personas y proyectos,
pero no ciudadanos de palabra,
sino ciudadanos de acción,
que dejan de lado el hablar,
y se ponen a trabajar.

Las ciudades que queremos,
no se construyen solas,
no las construyen otros,
las hacemos todos,
en un colectivo esfuerzo
de trabajo compartido.

¿Cuánto haces,
por la ciudad que quieres,

o dices querer?