jueves, 21 de enero de 2010

Las desgracias... nunca vienen solas (a Haití)


Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.
Viktor Frankl


Fuiste cuna de la libertad,
más nadie te reconoció ello,
por el contrario,
el color de tu gente
marcó para siempre
el futuro de la nación:
Haití o la historia del terror.

De nada valió
que apoyes intensamente
los movimientos libertarios,
que hayas sido sede
de prolongados descansos
de quienes lucharon
por la “libertad” de todos,
menos de la de tus ciudadanos.

Llevas siglos relegada,
escondida en las agendas
de todas la presidencias,
de las llamadas instituciones
del desarrollo y progreso.

La democracia
es una quimera,
quizá un imposible.
Te ha sido ajena,
desde siempre,
la paz ciudadana.

La pobreza y el hambre,
fruto de las semillas,
del quemeimportismo maldito,
de la corrupción incesante,
de la ambición desmedida,
te han sometido por años,
y peor aún,
te han robado de apoco
el amor propio
el anhelo del futuro
la tranquilidad del presente.

Presa de la usura internacional
dejaste de producir
dejaste de exportar,
te convertiste de a poco
en palabras de Galeano,
en la maldición banca,
sometida a decisiones ajenas
interesadas y externas,
que construyeron
un maquiavélico modelo
de administración estatal.

Hoy que enfrentas
la dura tarea
de enterrar a tus muertos,
de reconstruir tus cimientos,
quienes te sometieron
quienes te hirieron
y despreciaron,
reclaman para sí
el papel de salvadores,
como si la historia reciente
se hubiese olvidado
hubiese… quedado a un lado.

Contradicciones de la vida,
tenías por poco
que “desaparecer del mapa”,
para que nuestros ojos
en ti se posaran.
Tenías que sufrir
una dolorosa desgracia
para que tu llanto
y tus gritos nos llamaran.


Haití: el mal paso,
el infierno negro,
la sangre, el hambre,
la miseria y las pestes,
todo junto jamás llamó
la atención de nadie.
Tus muertos no se contaban,
se ignoraban,
no interesaban.

Quizá tu desgracia de hoy,
sea para cambiar el mañana,
quizá tus lágrimas derramadas
revivan las esperanzas marchitas.

Quizá esta vez la historia,
te devuelva
tus páginas doradas.

No hay comentarios: