jueves, 16 de julio de 2009

Futuro, ¿hay futuro?. Cartas a Santiago, mi hijo


Hijo mío:
Aunque no parece,
dentro de poco
el país inaugura
una etapa nueva.

Nueva porque tenemos
nueva Constitución,
porque el lugar de diputados
tendremos asambleistas,
porque tendremos nuevas leyes,
nuevas regiones,
nuevas estructuras,
nuevos anuncios,
nuevas ofertas,
nuevas estadísticas,
nuevas caras.

Pero…
no siento hijo mío
tranquilidad ninguna,
pues las buenas intensiones,
que no son nuevas,
se han visto manchadas,
de viejas prácticas,
que esconden
intereses ocultos
y de grupos de poder
que dicen deberse al pueblo,
trabajar por el país
y tantas cosas más.

Una nueva etapa,
que deja atrás
aquellas prácticas
que hacen de la democracia
una forma de gobierno
incluyente e inclusiva:
nos hemos olvidado
de debatir ideas,
de cuestionar posturas,
de fiscalizar el ejercicio público,
de analizar las tendencias
nacionales e internacionales.

Una nueva etapa,
que ha dejado de lado
el pluralismo de opinión,
la valoración de las ideas,
así sean de pocos.

Una nueva etapa,
que sataniza
a quien hace empresa,
y no a quien abusa de tal condición.

Una nueva etapa,
que cuenta con nuevas leyes,
pero que en la práctica faltan
los tradicionales valores,
el espíritu humanista,
el trabajo desinteresado,
la búsqueda del bien común,
el servicio público
sin mirar el color
de a quién sirve.

Es verdad,
y no puedo negarte
que hay tantas cosas positivas.
Que se ha dado
un golpe de muerte
a los antiguos
caudillos políticos,
es plausible,
mas me preocupa
que los hayamos reemplazado
y no enterrado,
dejando al caudillismo
y a su hermano: el populismo,
como el verdadero ejercicio
de la democracia ecuatoriana.

Quizá son preocupaciones
que carecen de fundamento,
pero que no puedo ocultarlas
o callarlas por temor,
siento que debo decírtelas
y recordarte con ello,
que no hay mayor revolución,
sino aquella que haces tu mismo
en tu propio corazón,
logrando con ello
transformarte y transformar
para alegría y bienestar
personal y de tu sociedad.

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