jueves, 8 de enero de 2009

Tiempos de revolución...


Cuanto más conservadoras son las ideas, más revolucionarios los discursos.
Oscar Wilde


Hay palabras que con el tiempo,
se ponen de moda,
se convierten en la sombra,
de las bocas todas,
una de ellas: revolución,
que se acompaña y adorna
con ataques a lo que han sabido llamar
“la vieja partidocracia”, el “pasado desdichado”,
y con adornos a frases como:
“el nuevo país”, “el socialismo del siglo veintiuno”.

Una revolución que proclama
que si estás en contra de ella
si su bandera no levantas,
eres de las “viejas ideas”,
que cuando cuestionas sus propuestas,
no entiendes nada,
porque no eres un ciudadano
en todo el sentido de la palabra.

Se construye entonces un concepto,
que pareciera nuevo,
que es propiedad de pocos,
y que pueden disfrutar algunos,
y por el que se pelean muchos,
la revolución que en palabras
dice acabar con los males,
pero que en acciones,
aún no muestra nada,
a pesar de que cuenta…
o contaba…
con dinero y la voluntad del pueblo.

No me creo las palabras,
cuando abundan,
cuando se repiten todo el día,
cuando están cargadas de ira,
cuando nos dividen y nos enfrentan,
cuando nos incitan al odio,
cuando nos prometen el “oro y el moro”.

Esa para mí no es revolución,
esos para mí,
no son revolucionarios,
porque no dejan la vida
por el futuro,
porque el futuro colectivo
parecería no existir en ellos,
solamente un presente,
mediático y estridente,
que se alimenta día a día,
con especulaciones,
con desgobierno,
con desconocidas ambiciones.
Disculpas pido,
si estas palabras hieren,
si este pensamiento enoja,
si estas ideas se oponen,
a las de otros, a las de otras,
pero callarme no puedo,
pues siento que ese silencio
lo único que logra
es consolidar un espejismo
que nada tiene que ver
con el futuro de todos.

En tiempos de crisis mundial,
en tiempos de crisis nacional,
el estadista,
el gobernante prudente,
busca la unión de todos,
apoya la producción nacional,
exige trabajo colegiado,
ahorra el dinero común,
vela por los desprotegidos,
pide ayuda a los que tienen,
conversa, dialoga, informa,
cuida que no hayan abusos,
transmite tranquilidad,
trabaja para el futuro,
así él no coseche,
así el no reciba reconocimiento alguno,
pues no está para eso,
está para gobernar,
y si un revolucionario se cree,
que recuerde las palabras
de alguien que si lo fue:
“Permitidme que diga, aun a riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario se guía por grandes sentimientos de amor”.
Ernesto “Che” Guevara

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