jueves, 30 de octubre de 2008

Sobre la injusticia, Cartas a Santiago, mi hijo (a propósito del encarcelamiento de Freddy Aponte)


Una injusticia hecha a uno solo es una amenaza hecha a todos
Montesquieu



Hijo mío,
todos los días,
a toda hora,
en cualquier lugar,
en cualquier sociedad,
la injusticia humana
cobra víctimas
y consagra victimarios.

¿Y cómo es ella,
me preguntas,
cómo es la injusticia,
que cara tiene?.

Hoy te hablaré
de una injusticia
que busca siempre
y por cualquier medio,
acallar la voz,
silenciar la palabra,
cambiar su sentido,
disminuir su sonido,
para demostrar poder.

Una injusticia que siembra
miedo y desazón,
desconcierto en la gente
desánimo en el corazón.

Una injusticia que se siente,
en la paz interrumpida,
en la vida que se para,
y en la noche perenne,
en la familia dolida,
en el hogar compungido,
en los hijos dolidos.

Hegel decía que:
cien años de injusticia
no hacen derecho,
entonces no es cierto
que la injusticia
mil veces dicha
mil veces hecha
sea justicia al final,
debemos denunciarla
ponerla en evidencia,
impedir que crezca.

Cuando la injusticia
se hace presente
es momento de
acudir al pensamiento
de quienes guían
nuestro camino.
El gran Luther King,
nos recordaba siempre que:
la verdadera tragedia de los pueblos
no consiste en el grito de un gobierno autoritario,
sino en el silencio de la gente,
entonces callar no debes,
así tu voz te lleve
a un encierro largo o leve,
considéralo un premio
al pensamiento serio,
lo sería venderte entero
por unas cuantas monedas de plata.

Donde hay poca justicia
es un peligro tener razón,
decía Francisco de Quevedo,
y por tanto debes luchar siempre
por ser justo y razonar para ello,
así las injusticias te ataquen,
temerosas de tu pensamiento puro.

Tertuliano nos recordaba que:
nos condenáis sin oírnos,
por que sabéis que si nos oyerais
no podríais condenarnos,
pues la injusticia y sus hijos
solo escuchan la voz de
su sinrazón,
ostentan orgullosos
sus trofeos de guerra
la cabeza de sus enemigos
colgadas en paredes de piedra,
de la piedra que constituye
su corazón y sentidos.

Hijo mío,
que tu palabra nunca calle,
que no tiemble ante la amenaza,
que sea delicada cuando deba,
inflexible cuando
la injusticia se aparezca,
incorruptible ante cualquier
desleal oferta,
sincera siempre,
ante lo bueno y lo malo,
pero sobre todo libre,
libre para construirse,
expresarse, compartirse,
ampliarse y mejorarse.

Apoya siempre
al librepensador,
allana su camino,
acompáñalo en su dolor,
denuncia su maltrato,
aconséjalo con amor,
que el pensamiento libre,
que la palabra que construye,
jamás sea presa
de la injusticia humana,
que se sepa,
como dijo Platón,
que la peor forma de injusticia
es la justicia simulada,
y nuestro deber,
el tuyo, el mío,
el de todos…
es ponerla en evidencia.

Sin libertad,
no es posible
la igualdad,
y, si ésta,
la fraternidad,
es solo una quimera.
Tres anhelos,
la trilogía
de la palabra sincera,
antítesis de la injusticia.

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