miércoles, 3 de septiembre de 2008

Sobre el fanatismo, Cartas a Santiago mi hijo



“El fanatismo consiste en redoblar los esfuerzos cuando se ha olvidado el objetivo”
George Santayana


Hijo mío,
es septiembre del
dos mil ocho,
un mes en que decidiremos
el futuro de la Patria.
Si supiéramos todos
la tamaña responsabilidad
que implica ir a las urnas.

Es en este mes,
es en este año
en el que los antagonismos
crecen exasperadamente,
crecen y se transforman
en uno de los enemigos
de la paz social:
el fanatismo.

El fanatismo es
la pasión exacerbada
la pasión irracional
hacia algo,
hacia una “tierra prometida”
construida en la mente de pocos
y sembrada en el corazón de muchos.

El fanatismo hijo mío
no tolera cuestionamientos,
y por tanto es el principio lógico
de la ignorancia política y social.

Es el fanatismo el que supera
en amplio margen
al sentido común, a la racionalidad,
y por tanto impone,
y por tanto es culpable
de atentar al derecho humano.
Quizá vacunarnos debemos
mediante la universalización
de un fraternal talante
que las diferencias acepte.

El fanatismo hijo mío,
se alimenta de fanáticos
que están en sintonía
con una ideología colectiva.

El fanático piensa,
siente con el partido,
ama y odia con el partido,
quiere con el partido,
actúa con el partido.
Todo lo contrario
es traición,
y la traición se condena,
solo imaginemos cómo.

El fanatismo no suma,
divide a más no poder,
hermanos ayer,
enemigos hoy,
cobijados por un mismo cielo,
alimentados de la misma planta,
instruidos con el mismo libro,
se enfrentan como ancestrales enemigos,
que buscan la victoria infinita,
la cabeza del otro
en bandeja de plata.

El gran maestro Montalvo
al meditar sobre nuestra América
escribía pesimista y sincero:

“Veis a una gran nación dividirse en dos falanges formidables: hermanos eran ayer, hoy enemigos; se arman de la cabeza a los pies, blandean la espada y se amenazan. Notad esa mirada horrible... ¡Qué odio, qué rencor, qué furia no indican esos ojos sanguíneos, esa arqueada ceja, ese aspecto cuyos rasgos todos intimidan a los enemigos de la paz! Llegó el instante . . . los ríos corren bramando con redoblado caudal, a causa de la sangre que cae en ellos a torrentes: la metralla destruye las ciudades, la muerte en todas formas se ceba en los americanos. Media nación ha perecido, y nadie triunfa, porque de los restos sojuzgados salen asesinos y siguen matando: ¿a quién?”.

Con todo esto
¿qué quiero decirte?
¿qué quiero compartirte?.
Algo tan simple como
el cultivar la tolerancia
como principio fundamental
de la convivencia plena.

No olvides jamás defender
el derecho del prójimo
a decir su palabra,
pero tampoco olvides
que si el prójimo
equivocado está,
es tu deber de ciudadano
educarlo, instruirlo,
iluminar su corazón y mente,
haciendo que se enfrente
a la duda razonable
y que con la inspiración Divina,
conviva en paz,
conviva con las diferencias,
conviva y construya con otros,
de color diferente,
con más o menos dinero,
con más menos educación,
con más o menos salud,
pero… al final,
que conviva en paz.

Gane quien gane una elección,
jamás debes olvidar hijo mío,
que el poder es transitorio,
que de manos cambia como es obvio,
pero las gentes quedan,
y con ellas,
las sociedades y las ciudades,
y si ellas no aprenden
el valor de la tolerancia,
la sabiduría de la convivencia,
su futuro no será diferente,
al de aquellos bárbaros pueblos,
que estudiamos y criticamos,
porque resolvían sus diferencias
con la bandera y el sensacionalismo
de un eterno enemigo: el fanatismo.

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