domingo, 15 de junio de 2008

Desesperanzas

Sentí que me abrazaba
de pronto…
la desesperanza,
y mi hijo en ese momento
me dijo que me amaba.

Creí, por momentos,
que poco o nada hacemos,
por nuestra querida Patria,
y miré que son pocos,
los que de verdad no hacen nada,
y muchos los que pilares construyen,
pequeños y grandes,
en los que el país se sostiene.

Añoré el pasado,
los tiempos mejores,
más reparé que los tiempos son,
lo de ellos hacemos,
negros y blancos,
y de diversos colores.

Intenté bajar los brazos,
dejarme llevar sin rumbo,
pero no se bajaron,
me llevan por todo el mundo,
diciéndome “te necesitan”,
nos necesitan a todos,
nos necesitamos todos,
aunque nos quieran separados.

Me sentí morir,
con una respiración vaga,
y apareció ella,
la mujer amada,
que recoge en su seno,
la fuente de la vida,
el aire que me inspira,
el beso que me agrada.

Miré a mis padres
y los sentí viejos,
cercanos a la muerte,
y mi mente trajo
los mejores recuerdos,
el amor que me han entregado,
la caricia sincera,
el esfuerzo diario.

Leí noticias,
todas vacías,
muchas dañinas
poco constructivas,
creyendo que el mundo
por ahí transita,
como barco a la deriva,
mas levanté mis ojos
y me encontré con otros
que me decían sinceros
“nuestro mundo es otro”,
de verdad tenemos
noticias de amor,
de solidaridad plena,
y de esperanza eterna.

Caminé y me sentí solo,
casi abandonado,
mas así estaba,
porque lo había deseado,
cuando reanudé el camino,
cientos de manos
a mi paso se ofrecían,
para todo lo que quería,
para sentir alegría.

Escuché de políticos
nfinidad de barbaridades
frases y hechos sin sentido,
y casi la espalda les doy,
como si la cosa no fuera conmigo,
pero si lo es,
y no puedo echar a correr,
debo asumir lo mío,
la responsabilidad ciudadana
que sumada es fuerza
que junta cambia,
que unida transforma.

En fin…
parecía que solo
negros días tenía,
incluso pensando
que el Gran Dios
no me quería,
pero al ver el ocaso
y el nuevo día,
al sentir el abrazo
de quien me quería,
al abrazar a mis hijos
y besar a la mujer querida,
al sentir la mirada
de la persona amiga,
al escuchar el consejo
del buen amigo,
del Dios bueno,
sentí vergüenza
por vergüenza sentir,
por la vida misma,
la que me tocó vivir.

Hay desesperanzas,
que nos inundan los días,
haciéndonos creer,
que son la verdadera vida,
no dejes que ese velo
te impida la vista
del verdadero sentido
de nuestra presencia en la tierra,
de la gente que nos ama,
de los ideales que nos inspiran,
del mañana verdadero,
del presente sincero.

Hay desesperanzas lo sé,
y son bienvenidas,
pues gracias a ellas,
me aferro a la vida.

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