viernes, 14 de marzo de 2008

Morir por un ideal o un ideolodogma


Testimonios desgarradores,
son los que los padres cuentan,
cuando sus hijos han muerto,
es antinatural que un hijo,
se adelante a su padre,
en dejar el mundo,
en dejar su mundo.

Y es que en medio
de noticias confusas,
discursos ardientes,
defensas absolutas,
de las libertades ajenas,
y también de las propias.
Y en medio de la crisis
que supone, y no es gratis,
romper las relaciones,
con cualquier país del mundo,
más aún un vecino,
un sabor amargo
nos deja el tiempo a su paso.

Y es que no quiero
discutir o analizar siquiera
la invasión de una nación extranjera,
quiero hablar de ellos,
unos jóvenes estudiantes,
muertos a tiros,
impunemente,
cuando quizá por su mente pasaba,
un ideal de vida,
que todavía no entendían.

Y es que no llego a entender,
por qué revolución significa
violencia, traición y muerte,
por qué “revolucionario”
es alguien que infringe la ley,
sin importarle la vida de nadie,
por qué aquellos,
autoproclamados guerrilleros,
subversivos,
que pretender ser reconocidos,
como luchadores del bien,
se autoproclaman
defensores de nuestros derechos.
No han leído entonces a Cristo,
a Gandhi, a la Madre Teresa de Calcuta,
a Martin Luther King,
y tantos otros revolucionarios,
que usaron el camino más complejo:
el de la noviolencia activa
como camino válido de
la transformación social.

No les basta a
estos falsos libertadores
el secuestro, el asesinato
y el encubrimiento
al narcotráfico,
pretenden por todos los medios
inquietar corazones puros
y mentes frescas
de jóvenes latinoamericanos,
que ilusionados
por una nueva patria
por un espíritu libertario
creen que el llamado de las FARC
es el adecuado.
Trabajaron sus mentes
y sus corazones también,
al punto extremo
de hacerlos parte de su muerte,
de una muerte que trunca
la vida y el ideal mismo
de un amanecer distinto
de un convivir fraterno.

Si eso es revolución,
renuncio a ser revolucionario,
si eso es ser revolucionario,
renuncio al ideal que persiguen.
Nadie, que se oiga bien,
nadie tiene el derecho
de disponer de la libertad
y la vida de inocentes.

Morir por un ideal,
que actitud tan noble,
cuando la vida misma
se ofrece entera,
para la vida de otros,
pero cuando esa muerte,
es fruto del engaño
de la mentira
y la pretensión obtusa
de quienes creen
que con esa guerra
encontrarán la paz,
o al menos,
eso dicen hacer,
es un crimen de lesa humanidad.

Todos,
en un esfuerzo ciudadano,
debemos conducir
a nuestros jóvenes,
por el camino
de una lucha tal,
que busque
mejores días,
mejores mañanas,
pero que jamás
esa lucha sea entendida
como un baño de sangre eterno,
con el que se
pintan día a día,
unas banderas rojas,
unos fusiles malditos,
unos caminos de muerte,
sin que en el horizonte,
haya indicios de vida.

Si quieres cambiar el mundo,
empieza primero desde tu corazón.
Y no digas nunca lo que crees ser,
espera a que la gente que te conoce,
lo diga por ti.

1 comentario:

Nelson Piedra - nopiedra dijo...

Tengo la impresión que mientras más sufrimos la violencia nos volvemos menos humanos, más justificadores, más ciegos.

Que bueno que el post no se haya enfocado en el problema entre dos países hermanos y se haya centrado en la muerte de las personas, en especial de los jóvenes mexicanos.

Resulta injusto, siendo padre, tener que asistir a una morgue para reconocer entre los restos acribillados la carne de nuestra carne, y la sangre de nuestra sangre.

Las personas nos equivocamos y debemos ser responsables de nuestros actos. Pero me cuestiono si en nombre del bien, o del mal, podemos cobrar y aceptar que el precio de las equivocaciones es la muerte. No.

Revolución con sangre que no es la propia no es revolución. Hace unos 2000 años ya un hombre dió su sangre por el mundo, y durante otros tantos han hecho lo propio. Si alguno no lo reconoce o no lo sabe y quiere revolución que entregue su vida por los otros en un acto de no violencia activa pero que no engañe, use, mate, mienta, manipule, ni nos disminuya nuestra capacidad de ser personas.