Tratar bien,
por los otros,
pero sobre todo,
porque eso,
habla de ti.
¿Te has dado cuenta que
has vivido
o estás viviendo,
momentos que pensabas impensables,
lejanos, imposibles?
Si la esperanza se apaga
y la Babel se comienza
¿qué antorcha iluminará
los caminos de la tierra?
Federico García Lorca
Cada espacio,
donde la “comunidad internacional”
donde los líderes de países,
de bloques de países,
de organizaciones de corte
e impacto mundial,
intentan dialogar,
lo único que logran
es una suerte de diálogo de Babel:
cada cual habla,
sin entender,
ni querer comprender a los otros.
La ambición y orgullo,
son características y adornos
del ejercicio de la política,
del poder, de las relaciones geopolíticas,
incluso como impronta
cada vez más aceptada,
por los propios ciudadanos
que aprenden rápido
de esos liderazgos nefastos,
y marcan una clara imposibilidad
de poder dialogar,
de construir consensos,
de buscar soluciones
que incluyan a todos
y entonces imponer el criterio propio,
deslegitimar, sin análisis,
el criterio ajeno,
es la forma adoptada de ser,
en sociedades
profundamente divididas.
Una curiosa forma de vivir:
incomunicados,
polarizados y dominados.
Una y otra vez,
el simbolismo de Babel,
toma fuerza y se reproduce
en todo espacio,
en todo momento,
donde el diálogo
ha sido cambiado
por el grito ensordecedor
del poder en el poder,
de la ley de más fuerte,
del más manipulador,
de un tiempo de desinformación,
de una cultura que pierde
la capacidad de dialogar,
de escuchar y de comprender,
que sin diálogo, que sin tolerancia,
que sin estudio, que sin información,
el simbolismo de Babel,
seguirá fortaleciendo
una forma de vida,
que se aleja del respeto de lo humano
y ensalza la ambición y el orgullo,
como camino único,
de conseguir lo que se quiere.
Cuidar a tu cuidador… cuidarte a ti.
Sanar es algo constante, permanente,
porque,
No somos lo que se ve.
Somos lo que encuentran pocos,
y lo que que casi nadie entiende
(y eso nos incluye)
Una estrella ilumina,
sin limitar su luz,
a los buenos o a los malos.
Ilumina y en ese iluminar,
es una estrella.
Un proverbio japonés,
nos recuerda que
una señal de encontrarse
a uno mismo
es la capacidad de iluminar,
sin importar a quien se ilumina.
Somos,
las veces que nos levantamos,
a pesar del dolor de la caída.
Somos,
el amor que damos,
a pesar de los desamores.
Somos,
lo que entregamos,
sin esperar nada a cambio.
[¿Y cómo te gustaría que te recordaran?]
Como alguien que quería dar alegría a los demás, aunque no le saliera siempre.
María Elena Walsh
Que no quede tinta en tu tintero;
que tus pulmones
se queden sin aire.
Que aquello que hagas,
que debas hacer,
que gustes hacer,
que te corresponda hacer.
Que aquello que debas dar,
que, aquello a lo que te debas entregar,
valga la pena,
valga tu pena y tu alegría
y te de vida,
mientras entregas la vida en ello.
Que darlo todo,
tenga un sentido,
un sentido digno
y con ello digo,
y quiero decir,
que de nada nos vale
o nos sirve,
darlo todo,
cuando ese todo incluye
un agotamiento tal,
que nos deja tendidos
en el piso del olvido,
de la desvalorización
y del sin sentido.
Quizá tengo miedo,
de ese equivocarme
y entregarme a una causa,
que no solamente es mía,
o que no es mía,
y en el camino
en medio del cansancio
de la frustración
y del desvarío,
siento que el tiempo se ha perdido
a pesar de darlo todo,
a pesar de entregar
el tiempo y la acción.
Dar es en sí,
un acto de humanidad,
un acto de dignidad,
que no busca retribución,
que se nutre de la satisfacción
de dar, de entregar,
de compartir.
Ese noble acto,
debe entonces,
nutrirnos, alimentar el corazón,
más allá del agradecimiento,
o no,
sabemos que damos,
porque es necesario dar.
Lo que ese dar,
no nos puede quitar,
es la tranquilidad,
es la dignidad,
y la satisfacción
de hacer las cosas
porque en ese hacer,
nos hacemos
a nosotros mismos.
Darlo todo si,
cuidando el equilibrio,
la salud y la vitalidad
de aquel que da.
En un mundo,
donde el individualismo,
la actitud mezquina
y la falta de solidaridad,
están presentes en tantas acciones,
dar, es una acción
de Cultura de Paz.
Ser lo que quieres,
dentro de lo que puedes,
mientras construyes,
lo que quisieras,
a pesar de las circunstancias,
de las demás voces,
y de aquellos que se creen
jueces de nuestras acciones.
La muerte no es enemigo, señores. Si vamos a luchar contra alguna enfermedad hagámoslo contra la peor de todas: La indiferencia
Robin Williams – en la película Patch Adams
La enfermedad llega,
sin anuncio, sin edad,
sin golpear la puerta
y sin avisar.
La enfermedad llega,
y trastoca vidas, rumbos,
planes y anhelos.
La enfermedad llega,
y nos transporta
a una realidad desconocida,
donde encontramos
a personas y familias,
que viven, luchan y conviven
con la enfermedad.
No estás solo,
son muchos
los que viven y conviven
con esto llamado enfermedad.
Afecta: sí,
golpea: sí,
desanima: sí,
mortifica: sí.
Por eso,
el ejercicio de no ser indiferentes
ante al enfermedad
es el primero de los deberes.
Entender, comprender,
ser sensibles, solidarios,
y no olvidar,
que la enfermedad puede llegar,
no como castigo,
si no como parte del camino.
Niños, jóvenes, adultos o viejos,
todos pueden enfermar,
del algo grave o de algo trivial,
pero todos necesitan,
esperan y confían
en contar con compañía,
medicina y atención.
La indiferencia y el olvido,
ante al enfermedad,
no cabe, no pueden caber.
Que haya indiferencia y olvido
ante la enfermedad,
ante los enfermos,
ante sus familias,
es equiparable
a los crímenes de lesa humanidad.
Gobiernos, instituciones,
organizaciones y personas,
debemos comprometernos,
desde nuestros diversos roles,
a no ser indiferentes
a no olvidar la enfermedad,
a los enfermos, a los cuidadores,
a las familias, a aquellos que trabajan
en los servicios de salud
y los que puede investigar
nuevas formas de curar.
Que el olvido y la indiferencia,
dejen de ser,
la peor enfermedad.
Seguramente
no puedes cambiar el mundo,
pero si puedes actuar
para cambiar o incidir
en las condiciones de tu mundo.
La educación
tiene el reto de inspirar
y no el de jugar el rol de reaccionar,
ante lo que pasa y debe pasar.
Construir confianza,
construir diálogo,
construir puentes,
construir, algo tan lógico,
algo tan complejo.
Siempre que te sea posible,
comparte tiempo.
Permítete escuchar;
deja llegar a tu puerto,
a las voces que necesitan tiempo.
La nostalgia, como siempre,
había borrado los malos recuerdos y magnificado los buenos
Gabriel García Márquez
Sentados a la mesa,
fue como los recuerdos,
empezaron a llegar.
Cada uno aportaba,
su propia lectura,
su propia vivencia,
su propio recuerdo,
de un algo,
que en algún momento,
lo vivieron todos.
Risas, nostalgias,
llantos y algunos suspiros,
fueron provocados por ellos,
por los recuerdos.
Lo que se vivió de niños,
con la familia, con los amigos.
Lo que se vivió al crecer,
al descubrir nuevas emociones.
nuevas personas, nuevos sentimientos.
Somos al final,
la suma de recuerdos,
no siempre buenos,
no siempre agradables,
pero recuerdos que están,
y que de alguna manera
son el antes
de lo que hoy somos,
de lo que hoy soy.
Quien logra
que esos recuerdos
lo acompañen sin culpa,
sin miedo, sin dolor,
si sentirse atado
a un pasado,
podrá o puede caminar
construyendo nuevos momentos,
nuevos tiempos,
nuevos recuerdos.
Quien vive atado,
a los recuerdos,
sin dejarlos descansar,
vive en la prisión mental
del por qué ese pasado fue,
e hizo lo que hizo,
y no hay nada más que hacer.
El ejercicio, creo yo,
será llenar el corazón,
de aquellos recuerdos
que dan sentido y motivo,
para ser lo que somos
y lo que queremos ser.
Es verdad,
de esos recuerdos,
es imposible evitar
el dolor de no poderlos revivir,
porque el tiempo no lo permite,
o porque quienes estuvieron
ya no están aquí.
De los recuerdos malos,
o de los recuerdos que no son buenos,
aprendizaje para evitar que se repitan,
y dejarlos descansar
porque en nuestro corazón, no deben estar.
La buena fe,
es la impronta del buen hacer,
del buen corazón.
Quien actúa de buena fe,
así se equivoque,
lo hará sin animo de dañar.
Si tuviese que escribirte hoy,
una carta, al final de esa etapa,
te diría: calma, disfrutar, leer,
divertirse, cuidarse y amar.
No siempre estaremos juntos,
es por eso, que el valioso tiempo,
nos permita vivir de tal manera,
que el recuerdo sea,
nuestro mayor tesoro,
a la espera de nuestros encuentros.
Te diría que hagas lo que hagas,
lo hagas, por amor, por gusto
y por esa satisfacción de hacerse el bien.
Que sigas siendo una buena y una hermosa persona,
y que sepas que te amo y siempre te amaré.
Si tuviera que escribirte hoy,
te diría que aquí estoy.
Esta hoja en blanco,
se llenará de palabras,
momentos y tiempos.
Dejará de estar vacía,
y se llenará de recuerdos.