Cualquiera con fanatismo, poder e impunidad
puede transformarse en una bestia
Isabel Allende
Son tiempos productivos
para los ideólogos
y los padres del populismo.
Han logrado su objetivo,
han logrado tomar el poder,
y con él,
conseguir la impunidad
de cada uno de sus terribles actos.
El veneno del populismo,
es una macabra mezcla
de ambición, maldad,
avaricia, odio, ignorancia,
miedo, mediocridad,
desinformación, poder,
dinero, codicia,
ego, absolutismo y corrupción.
Mortal veneno,
que mata la necesidad de pensar,
la necesidad de actuar,
la necesidad de tener un criterio propio,
la sana crítica, el amor propio.
Veneno que adormece
y termina por matar
al sentido común.
Otro de sus efectos,
es la pérdida de la visión.
Las personas ya no vemos
con nuestros propios ojos,
vemos a través de los ojos,
de aquellos que viven
del discurso populista.
Ya no oímos
a través de nuestros propios oídos.
El veneno populista
nos dice lo que debemos oír,
y creer eso,
aquello que dice que oigamos,
sin reflexionar
sobre lo absurdo,
extremo, malicioso
y terrible del mensaje.
Te repiten una mentira,
hasta que tu cabeza
crea que es una verdad absoluta,
y sobre ella
deberás construir
tu manera de actuar,
sin razonar,
solamente actuar.
El veneno populista
cumple su misión
y logra dividir
a través del odio,
y de la suma de las mentiras.
Divididos,
ignorantes
temerosos,
impunes,
y fanáticos.
Son algunas de las características
de aquellos envenenados,
que destruirán todo a su paso,
cuando el poder les diga
que deben incendiar,
destruir, matar
o atacar, todo aquello
que se interponga
a la engañosa majestad del poder
que reina impune,
cubierto de un falso manto
de deidad eterna.
No es patrimonio
de los pobres,
o de los llamados subdesarrollados,
o de los campesinos,
o de los negros, o de los indios,
de los de izquierda,
o de los de derecha,
de los ricos o de los desarrollados.
El veneno populista,
está en todo lado,
transformando en bestias,
a los seres humanos.
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