jueves, 27 de junio de 2013

Sentados, callados

Hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad,
 y es no resignarse.
Ernesto Sábato

Miro de lejos,
miro la gente,
habitantes de un país gigante,
que creía feliz y contento,
que creía en camino al progreso,
que creía tenía problemas,
y que contaba con autoridades
para resolverlos.

Miro a Brasil en las calles,
gritando contra la corrupción del gobierno,
exigiendo inmediatos cambios,
a un gobierno que dice ser
del partido del los trabajadores,
el legítimo representante del pueblo.

Miro a Brasil en las calles,
diciendo al mundo,
contando al mundo
una historia diferente,
una historia de desequilibrios,
una historia de despilfarros,
una historia de pobreza,
de hambre y de miseria.

Miro a Brasil,
y miro que no es malo
protestar en las calles,
exigir al gobierno rectificaciones,
pedir el cambio de las leyes,
y por qué no de la constitución.

Miro cerca de mí,
y veo a la mayoría sentados,
callados, temerosos,
inquietos,
porque no saben si protestar,
puede ser considerado un desacato,
puede ser interpretado
como una acción terrorista.

Sentados, callados,
desunidos, desanimados,
presas fáciles de un discurso,
que dice que todo está bien,
que no hay nada malo,
que los malos son los que se quejan,
los que protestan, los que no están de acuerdo.

Miro a unos ciudadanos,
que piden justicia
porque sienten que su derecho de vivienda
ha sido vulnerado.
A su alrededor nadie más,
están solos,
porque los otros dicen quizá
“no es mi lucha”,
“no es conmigo”,
“mejor me quedo callado”.

Sentados, callados,
así están algunos funcionarios,
que tienen contratos temporales de trabajo,
que no están seguros de si seguirán
o si deberán ser cambiados,
por otros funcionarios,
que seguirán igual…
o quizá peor, o quizá mejor.

Sentados, callados,
así esperamos que quizá el mundo cambie,
sin darnos cuenta
que de seguir así,
ese mundo, nos habrá cambiado,
a tal punto,
que no sabremos ni pensar,
peor hablar, de lo que somos

y lo que queremos ser.

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