martes, 3 de abril de 2007

Sueños

(a propósito de los últimos acontecimientos políticos en el Ecuador)

Ayer soñé que dejaba un legado,
espiritual sobre todo
y que mis hijos…
disfrutaban de él.

Ayer soñé, con una Patria de todos,
de pobres y ricos,
no de dinero, sino de espíritu,
donde quien no lo tenga,
pueda beber del cáliz divino,
de la verdad aquella,
que pasa del oro, del dinero,
y que deja a su paso,
el buqué del sentimiento sano,
de la buena fe.

Ayer soñé que mi ejemplo servía,
como ejemplo de otros a seguir,
aunque luego me pregunté,
de qué ejemplo hablas,
si ni siquiera has dejado ir
la comodidad aquella
de callar cuando conviene
de no actuar cuando se requiere.

Ayer soñé en la eternidad,
en aquella en la que mis hijos,
aunque pasen los años recuerden,
que hubo una estirpe,
que dejó en ellos,
en sus corazones y almas,
ejemplos de bondad,
de vida limpia,
de buenas costumbres,
de libertad,
de igualdad,
de fraternidad.

Me desperté eso sí,
pensando si ese legado aquel
que había soñado,
sería posible de realizar,
y entonces la duda me asalta,
desnudando mis debilidades
y defectos,
¡qué espanto!.
Qué fácil soñar,
qué duro hacer de los sueños,
una deliciosa realidad.

Y lo peor de todo,
no tengo a quien engañar,
de nada sirve parecer lo que en verdad
no eres… lo que crees ser.

Ayer soñé que lo que no quiero ser,
es como aquellos del montón,
del montón de destituidos,
del montón que los destituyeron,
del montón que se llaman jueces constitucionales,
que solo hablan de cosas banales,
y las hablan porque no tienen nada bueno que hacer.

Ayer soñé en un Estado de Derecho,
pero uno de verdad,
no de sueños,
no de dueños.
Un Estado de todos,
un estado incluyente,
que no mire nombres,
ni apellidos siquiera.

Soñé en un Estado libre,
libre de odios y traiciones,
libre de trampas y argucias legales,
libre de politiqueros mentirosos,
libre de oportunistas y corruptos,
libre de agitadores violentos,
libre de lacras sociales y corrupción.

Soñé en este Estado,
y soñé despierto,
con la una mano en el corazón
y otra en la razón,
convencido de que ese Estado sentido,
será solo si lo somos nosotros,
de verdad mujeres y hombres,
ciudadanas y ciudadanos responsables.

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