“- Cuando uno se muere... ¿se muere o no se muere?
- ¿En su casa qué dicen?
- Mi madre dice que los buenos van al cielo y los malos al infierno.
- ¿Y su padre?
- Mi padre dice que de haber juicio final los ricos irían con sus abogados, pero a mi madre no le hace gracia.
- ¿Y usted que piensa?
- Yo tengo miedo...
- ¿Es usted capaz de guardar un secreto? Pues en secreto. Ese infierno del más allá no existe. El odio, la crueldad, eso es el infierno. A veces el infierno somos nosotros mismos”
Manuel Rivas, La lengua de las mariposas
Las fechas y los recordatorios,
tienen la misión
de evocarnos para qué fueron puestos.
La lectura que damos,
a una fecha
a un recordatorio
es muy personal,
incluso diría: íntima.
En torno a la muerte,
la humanidad ha escrito
infinidad de libros;
ha descrito,
múltiples prácticas
y ha ideado
una serie indeterminada
de pensamientos y creencias.
Muerte: fin o inicio.
Muerte: tristeza o alegría.
Muerte: vida.
Muerte: condena o premio.
Muerte: olvido o recuerdo.
Muerte: perdón o condena.
Muerte: inevitablemente presente.
La muerte
ha estado cerca o lejos
de todos nosotros.
Los que hemos perdido
a seres queridos,
la sentimos y la seguimos sintiendo.
La muerte de los desconocidos,
en situaciones dolorosas y trágicas,
golpean el alma.
Y también golpea
la muerte de las buenas artes,
de las buenas costumbres.
Duele la agonía
de los humanos sin humanidad.
Duele que haya muerto,
el sentido común
y la sensibilidad
en quienes tienen
la responsabilidad de gobernar.
Y entonces pienso,
que sería bueno que muera
aquello que nos impide
ser humanos, más humanos.
Que mueran los fanatismos,
y aquellos sentimientos
que nos llevan a buscar
una vida vacía llena de ambiciones.
Que muera el rumor,
la mala sangre y la envidia.
Que muera la mala fe,
el desamparo y la desidia.
Esas son las muertes,
que darían vida,
a las buenas artes
y a las buenas costumbres.
Las otras muertes,
las de nuestra gente,
la nuestra, la de los otros,
que sea vida,
testimonio, recuerdo que abriga,
luz que ilumina,
palabra que inspira.
Y que a pesar
de ser finita la vida,
vivirla valga la pena.