Dar y darse
la oportunidad de escuchar.
Nunca sabremos
lo que podremos aprender
o desaprender
si no escuchamos a las personas.
Escuchar hoy en día,
puede ser catalogado
como un derecho humano,
frente a la soledad
de una vida y un mundo ajeno y frío.
Dar y darse
la oportunidad de escuchar.
Nunca sabremos
lo que podremos aprender
o desaprender
si no escuchamos a las personas.
Escuchar hoy en día,
puede ser catalogado
como un derecho humano,
frente a la soledad
de una vida y un mundo ajeno y frío.
La paz viene de dentro, no la busques fuera
Buda
Está presente
en los deseos
y en los anhelos
de personas,
leyes, oraciones,
religiones, filosofías,
formas y modos de vida,
en fin…
está presente
y a la vez ausente,
muy ausente.
Hablamos de paz,
deseamos paz,
anhelamos paz,
idealizamos la paz,
sufrimos sin paz
y llegamos a pensar
que es imposible la paz,
bajando los brazos
y dejando que avance la violencia
en todas sus formas.
Podemos ser paz,
podemos construir paz,
es posible hacerlo
y debemos empezar
por creérnoslo.
La paz del mundo
requiere escenarios,
recursos y tiempos
acordes al volumen
de esos requerimientos.
La paz de los países,
requerirá de esos esfuerzos
que cada sociedad necesite
en colaboración
con sus autoridades
y sus comunidades.
La paz de los pueblos,
de las ciudades
de las poblaciones
necesita de su gente
y de sus dirigentes.
La paz de barrios
y comunidades
necesita de sus vecinos
y del accionar de su gente.
La paz de las familias
y de los grupos familiares
requiere del buen hacer
y del ejemplo de todos
en su conjunto.
La paz entonces
nos necesita
y cada uno tiene un rol,
en un marco de valores,
de condiciones
y de prácticas diarias.
Somos las personas,
las que estamos
en el mundo, en los países,
en las ciudades, en las comunidades
y en las familias.
Somos en lo individual
el elemento clave para la paz.
Podemos ser paz
y podemos construir paz.
Empecemos siendo constantes
en el propósito, en nuestro propósito,
empecemos con ese orden necesario
de nuestro espacio: habitación y corazón.
Empecemos poco a poco,
sin detenernos,
dejando de lado
todo aquello que no construye paz
y aprendiendo
y poniendo en práctica
todo aquello que construye paz:
respeto, solidaridad, transparencia,
honestidad, orden, disciplina,
esfuerzo, resiliencia, perdón,
comprensión, entrega,
responsabilidad, integridad,
dignidad…
por esa vía, con esos valores,
y muchos otros (que no avanzo a enumerar)
con la práctica diaria,
primero para y hacia ti
y luego para los demás.
Por eso digo:
que puedes ser
y puedes construir paz.
Tratarse a uno mismo,
como se trata a alguien
a quien uno ama
con locura
y que a la vez
tiene la responsabilidad
de siempre ayudar.
Tener un propósito,
no es cuestión moda,
o una frase bonita
que nos da estatus.
Imaginar,
describir,
escribir,
y trabajar para y por un propósito,
hará que haya un por qué
y un para qué en nuestra vida.
Hay tantos colores en el día.
Hay tantos sentimientos,
tantos contrastes,
tantas idas y venidas.
Intento quedarme,
con lo que me hizo feliz,
con lo que inspira vivir.
Con lo que de verdad,
vale la pena.
Allí estaban,
aquellas palabras,
y allí quedaron,
sin ser pronunciadas.
¿Ya no representan algo?
No lo sé, no tengo palabras
para explicar lo que sé.
Viernes
de buena o mala suerte.
Viernes
donde vas y vuelves,
alegre o triste,
así sea en viernes.
Viernes,
con agua o con vino,
viernes contigo.
Que tenga la fuerza para cambiar
las cosas que puedo cambiar,
que tenga la paciencia para aceptar
las cosas que no puedo cambiar
y que tenga, sobre todo,
la inteligencia para saber distinguirlas
Tomás Moro
Ten cuidado
con sentirte muy cómodo
en los distintos momentos de tu vida.
Cambiar,
debería ser,
o debe ser
una necesidad vital.
Si te piensas,
si te trabajas,
si lo conviertes
en un hábito,
cambiar no debe ser
-para nada-
un ejercicio complejo,
por no decir: imposible.
Eso mismo,
debería suceder,
en las organizaciones,
y en las instituciones.
Cambiar,
porque es necesario adaptar
y también adaptarse,
a nuevas condiciones
a nuevos momentos,
a nuevas expectativas.
Cambiar,
no garantiza mejorar,
pero para mejorar,
es necesario prepararse
y cambiar.
Cambiar,
y que ese mismo cambio
sea el ejercicio
para mejorar y corregir,
para adaptarnos,
y entender que esa adaptación
es el propio cambio.
Transformarse,
repensarse,
reciclarse...
Cambiar,
mudar,
reconstruir
lo que fue un antes,
lo que es el hoy,
lo que será el mañana.
Duele,
como no tienes idea.
Un dolor,
que debe valer la pena.
Ojos con hambre,
que se quieren comer,
lo que tienen enfrente.
Miradas que hablan
de recordados besos
y de vidas pasadas.
La solidaridad
es la ternura de los pueblos
Gioconda Belli
Mientras
un gran porcentaje
de la clase política
vive sus públicas rencillas,
complica los procesos (y la vida),
desgobierna y malgasta
los recursos públicos,
un electorado maltratado
vive los efectos de la pobreza
el abandono, el olvido
y las afectaciones
al medio ambiente.
La gente sufre
y apelamos a la solidaridad de todos.
La gente responde
y en acto solidario
se unen manos y recursos.
Parecería que la solidaridad,
una de las artes perdidas,
se activa ante el desastre,
el acontecimiento catastrófico
que circula en canales
de comunicación.
Necesitamos cultivar
la solidaridad,
no para ciertos momentos,
si no como parte de la vida,
de este ejercicio de vivir.
Necesitamos descubrir
y hacer florecer,
condiciones fundamentales
para que la solidaridad sea
un día a día en nuestras vidas:
compasión, colaboración,
apoyo mutuo,
responsabilidad compartida,
generosidad, empatía.
Seguramente,
muchas virtudes más
nos hará ser siempre solidarios.
No son, solamente,
bonitas palabras o conceptos,
son, sobre todo,
formas de vivir,
de tener un propósito
de evitar ser como aquellos
que viven del cuento,
la mentira y el engaño.
Ser solidarios por convicción,
por dignidad y humanidad
y no por obligación,
por momentos o por interés.
¿De qué lado de la solidaridad estás?
Levanté mi mirada
y me encontré con la sonrisa
de quien entrega la vida,
y el tiempo de esa vida,
por una causa.
Que tu causa sume,
y que nos sea
una causa perdida
(porque hace daño,
porque complica la vida)
Mientras camino,
las voces de aquellos,
que dedican su tiempo
al arte de la envidia,
dispersan su veneno
a diestra y siniestra.
Mientras camino,
me enfoco:
en las voces que hacen
que mi alma sienta
que esto, vale la pena.
Fueron ráfagas,
de un viento frío,
las que congelaron mi cara.
Y la bruma
hacía que todo
fuese borroso,
como la vida misma.